Escuchando hace pocos días la nueva canción Cada vez de mi amigo Pablo Garciarena (ya disponible en YouTube, Spotify…) reflexioné sobre cómo a veces nos ahogamos en un vaso de agua. El pasado nos lastra, impidiendo incluso que podamos vivir el presente, que es lo único real. Hay momentos en que el peso es tan intenso que recuperar la alegría se antoja imposible, y en esos casos siempre debemos buscar ayuda. Aunque a veces la pena es por cuestiones muy serias y lógicas, en otros momentos lo más nimio puede afectar a nuestro estado de ánimo, cuando no nos valoramos lo suficiente y somos nuestros peores críticos. El día a día, con sus rutinas, nos puede alejar de lo que realmente nos hace felices, dejando así el camino despejado a la voz que nos machaca. Sin embargo, como dice Garciarena en Cada vez, “ya no quiero estar frente a la pared esperando a que la vida pase”. Hay que tratar de hacer lo que nos apetezca siempre que podamos, “pintar la tarde” como dice la canción. Eso sí, de una manera libre, sin la tiranía social actual que obliga a vivir intensamente y a no aburrirse jamás. Sin caer en eso, buscar espacios donde estar felices y satisfechos. A veces en la acción más pequeña y fácil está la clave de tener un buen día.