El comercio de la Parte Vieja ha organizado estos días una serie de actividades en clave festiva con el ánimo de reivindicarse y, de paso, reconectar con el público donostiarra, y también guipuzcoano, al que siente que se aleja. Las tiendas no se han movido, es el resto de la ciudad el que frecuenta cada vez menos las calles del barrio. Lo reconocía a este periódico la presidenta de la asociación de comerciantes Zaharrean, Miren Olano, que no ocultaba su preocupación por la proliferación descontrolada de tiendas de souvenirs en la peor expresión del producto; como si fuera un Benidorm cualquiera. Antes, pasado el primer impacto de la pandemia, aunque todavía sin salir de ella, los hosteleros ya emitieron un mensaje de reencuentro con el cliente local. La sensación de que nos han robado la Parte Vieja está bastante extendida entre los donostiarras, algo así como, valga la exageración, la aplicación de la teoría ultra del gran reemplazo al espacio del ocio. La cuestión a responder es si las necesidades de ocio de la población local y las de los visitantes son compatibles en un espacio como la Parte Vieja que no representa lo mismo para las dos partes. Y, por supuesto, conviene tener en cuenta a los vecinos, que son los condenados a soportar todos los excesos. Hubo un tiempo en que la demanda de ocio de los locales conjugaba con naturalidad con la experiencia turística en beneficio de ambas partes, pero el fuerte crecimiento de las visitas y su extensión a casi todo el año ha decantado la balanza.