Como todo el mundo sabe, nos fumigan con aviones y así cambian el clima y hacen que no llueva en Catalunya ni pa Dios, y que este verano alguno vaya a estar más preocupado de si le dejan llenar la piscina o no que de preguntar cuánto le han subido la clara de limón. Para más inri, lo que usan para fumigarnos son esos mismos aviones que llevan pasajeros de un lado a otro y dejan su estela en el cielo, así que aprovechan el viaje doblemente. O más, porque del mismo viaje echan enfermedades para las personas, árboles y plantas. Así que estamos fastidiados. Convencer de lo contrario al creciente grupo de personas que así lo creen o dejan la puerta abierta a hacerlo, es a estas alturas una misión imposible. Especialmente en estos tiempos de descrédito informativo y soluciones instantáneas a golpe de clic. Como difícil es admitir en algunos foros que uno es periodista. Y ojo, que ya dejé de ser el “poseedor de la verdad” que fui. Pero lo que no entiendo, además de cómo pueden dejarle tirar un penalti en una semifinal de Copa a un jugador que esta temporada había fallado los dos que había tirado, es qué ha podido pasar para que este mes se hayan olvidado de rociar tan mágico producto sobre Gipuzkoa, objeto de lluvias inagotables que nos tienen fritos.
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