Tiene guasa que la fecha elegida para el enésimo apagón de la TDT sea el 14 de febrero, Día de los enamorados. Precisamente ahora que andamos desenamorados de la tele, cuyas cadenas expulsaron hace tiempo a los niños, los jóvenes y hasta a los currelas que madrugan porque en su política miope de beneficios inmediatos decidieron que no eran rentables, y ahora, que lo son, siguen sin aparecer por allí tras encontrar cobijo en las redes sociales y las plataformas. Es ya demasiada la gente que ni tiene la antena del tejado conectada al televisor porque casi todos los canales tedeteros, que iban a renovar el panorama audiovisual, son una decepcionante porquería, sin inversión ni producción propia, que se limitan a repetir mil veces al día lo mismo. Así que ya ni nos molestamos en perder el tiempo en ordenar los canales tedeteros en el televisor más allá del diez porque ni se ven (se constata cada vez que hay un fallo en la antena del edificio) mientras la compañía telefónica de turno nos da con la tarifa de Internet esos y otros tantos canales ya ordenados, que son iguales –o, al menos, no peores– que los de la TDT, además de Netflix, sus clones y miles de títulos a demanda. El enésimo apagón tedetero, que toca ahora, se refiere al cese de emisiones en SD para que todos los canales pasen a emitir en alta definición. Ese paso lo dieron nuestros vecinos franceses en 2016, hace ya ocho años. Con eso está dicho todo.