Aunque el tiempo medido en su unidad básica, el segundo, siempre progresa a la misma velocidad, la percepción de esa secuencia es evidente que es muy diferente en función del observador. Es una sensación fácil de comprobar en el fútbol, en esos minutos finales de un partido que se consumen a la velocidad de la luz cuando tu equipo va perdiendo o a paso de tortuga si va ganando. Se dice, y es verdad, que a medida que nos hacemos mayores la vida pasa más rápido pero ahora, con la digitalización, vivimos con una marcha más y se lleva las hojas del calendario a puñados, sin tiempo a leer el chiste, el relato o el bertso impreso en el reverso de las hojas, una por cada día del año, de esos pequeños anuarios que se pegan en la pared. A medida que el papel impreso va cediendo terreno a la información digital, cambia también la forma de consumir las noticias, que ahora se ingieren en pequeñas dosis en forma de titulares que van apareciendo a la velocidad del movimiento del dedo sobre la pantalla. La tinta impresa requiere la actitud del comensal que remata el menú con café, copa y puro. La información digital es como picotear por aquí y por allá, como los turistas en la Parte Vieja abrumados ante una oferta descomunal. 2023 ha pasado volando, sin conceder respiro entre elecciones, amnistías, inflaciones, guerras y un sinfín de noticias plagadas de desgracias y alegrías, como la vida misma. Esta medianoche llega 2024, que será parecido pero distinto. Urte berri on guztioi.
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