A medida que avanza el nuevo milenio, con sus guerras y desastres, la sociedad parece asomarse a una encrucijada: ¿qué futuro le aguarda a la Tierra? ¿Qué legado dejaremos? Es algo que se han preguntado en todas las épocas. En esta, resulta tan vertiginoso el ritmo actual que, como dice el filósofo y ensayista Daniel Innerarity, la famosa tesis de Marx se ha reformulado y ahora lo revolucionario ya no es cambiar el mundo, sino preservarlo. Nos lo estamos cargando. Vivimos un momento de profunda reflexión sobre cómo nuestras acciones actuales impactarán en el curso del planeta, y a este respecto resulta curioso el plan que tiene la elite tecnológica: dejarnos a todos atrás. “Para ellos, el futuro consiste en una sola cosa: escapar del resto de nosotros, del apocalipsis que ellos mismos han creado”, describe el intelectual estadounidense Douglas Rushkoff, que disecciona en su último libro la mentalidad de los milmillonarios del sector tecnológico y su oscura visión del mundo. Ahí están los cohetes de Elon Musk, Jeff Bezos, el metaverso de Mark Zuckerberg o las mansiones-fortaleza en lugares recónditos como la que se ha construido Peter Thiel en Nueva Zelanda. La verdad es que otros lo intentaron antes, y siempre con el mismo resultado. “Diferentes en la vida, todos son iguales en la muerte”, recuerda Lao-Tsé.