Bota, rebota y en tu culo explota. Expresiones tan bonitas como ésta se utilizaban allá por la época del pleistoceno superior cuando alguien te decía algo que no te gustaba oír. Antes incluso, se decía aquello de quien se pica ajos come, en este caso dirigido a quienes no aceptaban de buen grado las críticas. Éstas y otras 3.000 frases hechas, refranes o derivados pueden aplicarse a la gran hoguera de las vanidades que son las redes sociales. Siento entre envidia y profundo desprecio (extraña combinación) por quienes publican sus reflexiones, lanzan a los cuatro vientos sus opiniones, o vomitan infamias e insultos, y después expresan su dolor por las críticas. Vamos a ver, que si yo te llamo gilipollas algo me contestarás. Yo utilizo poco, casi nada, estas vías de comunicación, pero acepto que lo que yo diga no va a gustar a todo el mundo. (¡Qué miedo si así fuera!). Llevo un tiempo asistiendo atónita a los mosqueos en redes de gente que, cuando así se lo parece, limita o coarta a otras personas y, si no le bailan la ola, amenazan con largarse a Alaska y dejar de deleitarnos con su profunda sabiduría. Señoras y señores éstos que dejaron atrás la mayoría de edad cuando se pintaban los cuadernos Santillana y que se enfadan y patalean cuando su disertación no le gusta al de al lado. Buf, ¡qué pereza todo!
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