La escritora Marta Jiménez Serrano lanzó hace unos días, a raíz del caso Rubiales, esta pregunta en su perfil de Twitter: “¿De qué (ex)jefe os estáis acordando hoy?”. Ayer se contabilizaban casi 600 respuestas. Un repaso de varios, muchos, de los testimonios, te produce escalofríos. Serían necesarias varias páginas para exponer los casos que se relatan, la inmensa mayoría de mujeres que han sufrido vejaciones en su lugar de trabajo. No hay mucho espacio en este txoko, pero ahí van algunos ejemplos: “Yo me acuerdo de dos. De uno que dijo en una comida de empresa que entre él y yo había una tensión sexual no resuelta. De otro que me dijo que me iría mejor si me operara los pechos, tocándome para decir que sí, que más grandes mejor” (Alba del Campo). “Del que me sacaba 30 años y me pasaba notitas diciéndome que necesitaba besarme. Yo era su becaria” (Paula Púa). “De aquel que, en nuestra primera reunión sobre el proyecto, desvió el tema para hablarme de su fascinación por la sexualidad femenina y preguntarme si yo sabía de la existencia de mujeres eyaculadoras y otras que necesitan tener siete orgasmos al día” (Pampa G. Molina). “Aquel jefe que me preguntaba por el color de mi ropa interior, que me tocaba el culo en los pasillos, que se despedía diciendo: ve por la sombra, que por el sol los bombones se derriten” (Marta Nieto Díaz).
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