Fati y Pato intentaron cinco veces huir de África por la vía mortal, la del Mediterráneo. En una de ellas, Fati estaba embarazada. En todas acabaron en prisión. Finalmente se dieron por vencidos y huyeron hacia Túnez, con el objetivo de poder ofrecer a Marie, su pequeña de seis años, una educación y una vida mejor. Pato, Fati y Marie fueron expulsados por la policía fronteriza tunecina en el desierto, en la frontera con Libia. Pato comenzó a deshidratarse y animó a su mujer e hija a que siguieran sin él. Pero fue rescatado y trasladado hacia Libia, mientras ellas fallecieron presuntamente deshidratadas. La foto de los cadáveres de madre e hija abrazados fue reproducida por diferentes medios y ONG, como ya ocurrió con la imagen del pequeño Aylan Kurdi en septiembre de 2015 en las costas de Turquía. En 2020, la cifra de refugiados (personas que huyen de sus hogares por la persecución, la violencia, los conflictos armados o las violaciones de los derechos humanos) aumentaba sin parar hasta los 82,4 millones. A todas las personas que huyen principalmente de pobreza y conflictos, se les han sumado en los últimos años las desplazadas por motivos climáticos. Y me acuerdo de una ya famosa cita de la poeta anglo-somalí Warsan Shire: “Nadie pone a su hijo en un barco salvo que el agua sea más segura que la tierra”.
- Multimedia
- Servicios
- Participación