Afortunadamente han cambiado mucho los tiempos en Euskadi y lo que antiguamente era una jornada llena de tensión e incidentes, graves en algunos casos, el día de ayer transcurrió con plena normalidad. Siempre me viene a la memoria lo que ocurrió en el salón de plenos donostiarra en 1991, cuando Odón Elorza se hizo con el sillón presidencial por primera vez merced a un pacto que desplazó a la fuerza más votada, entonces EA y a su candidato Xabier Albistur. La bronca fue descomunal, reflejo seguramente de aquellos tiempos turbulentos. Ayer, muchos alcaldes y alcaldesas se hicieron con la vara de mando como consecuencia de pactos entre partidos que buscan garantizar la gobernabilidad mediante mayorías inabordables, aún a costa de desplazar a la fuerza más votada. Es una ecuación que aplican todos los partidos en menor o mayor grado, cada uno desde sus propias razones y estrategias. Rasgarse las vestiduras entra dentro de la lógica política de arrimar el ascua a las posiciones de cada uno y señalar al contrario por maniobras legítimas que en la siguiente ronda cambiará de protagonistas. Las reglas del juego son las mismas para todos. Prima la formación de mayorías y los vetos van en una dirección y la contraria. La denuncia de determinados apoyos, supuestamente por indecentes, para la conformación de mayorías habla seguramente peor del denunciante, por su falta de capacidad de maniobra para tejer alianzas. Eso también es política.
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