Los donostiarras asistimos, divertidos o mosqueados, a nuevos comportamientos humanos nunca vistos por aquí hasta la fecha. Probablemente, venecianos y barceloneses se reirán de nuestro asombro, pero a mí me dio la risa al contemplar a una chica joven paseando junto a la playa al atardecer de una día de Semana Santa, con una mano ocupada por un plato con dos pintxos (corrientuchos) y una bebida en la otra. Hace tiempo que, de vez en cuando, una cuadrilla de guiris vestidos de modo elegante y con pinta de formales (en su pueblo) transitan por las calles con sonrisa tontorrona y una copa de gintonic en la mano. ¿Igual es costumbre en sus lugares? No lo creo, son licencias vacacionales. O igual se creen que aquí es lo típico y tratan de comportarse como un donostiarra, como les incitan algunas campañas. También he visto estos días a dos jovencitas haciéndose fotos para el Insta con sendas cajas de cartón, en las que se puede leer el nombre de un bar famoso por sus tortillas de patatas. Si tan maravillosas les parecen, que hagan fotos a las tortillas y no a la caja. Me recuerda a cuando algunos nos hacíamos la foto en la torre Eiffel o el muro de Berlín como recuerdo del viaje. Ahora, la imagen de la bahía de La Concha se cambia por una caja de tortilla o un trozo de tarta de queso.