Tampoco hace demasiado tiempo, a quienes adoptaban un hijo les acusaban de comprarlo y los viajes a China, Rusia, Etiopía, o donde tocara, eran vistos con desconfianza porque también había que pagar a un orfanato y a una empresa que te evitara un susto legal al salir de un país con un bebé en brazos que no llevabas al entrar. Y sí, también decían que quienes lo hacían se aprovechaban de las madres pobres del tercer mundo que no podían quedárselos, que los pobres tenían hijos para los ricos. Y, antes incluso, cuando la adopción no era internacional y se podía resolver sin viajar a otro país para traer un bebé negro o de ojos achinados se acuñó en una sociedad paleta aquella horrible frase del “¿pero es tuyo-tuyo?” para diferenciar un hijo biológico del que no lo era. La sociedad ha ido madurando y aceptando como normal la adopción de niños, como también asumió donar órganos, pero también el aborto, el matrimonio homosexual o, llegado el momento, que nos incineren en lugar de acabar a dos metros bajo tierra. A veces cuesta digerir los cambios y por eso todavía hay a quien lo del aborto y el matrimonio gay se les ha atragantado. Pero, sin tardar mucho, llegará el día en el que la gestación subrogada se vea como normal, igual que la adopción ha dejado de ser sospechosa de comprar niños para ser un ejemplo de generosidad.