Esta semana se ha conocido la sexta evaluación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y su diagnóstico de la situación no es optimista. Los esfuerzos a lo largo de la última década no han sido suficientes para avanzar hacia el objetivo principal: que a finales de siglo el calentamiento del planeta no rebase en 1,5 grados la temperatura respecto al período anterior a la era industrial. La conclusión es que ahora tenemos menos tiempo para lograrlo, o como lo han expresado los expertos de una manera más gráfica, “la ventana para asegurar un futuro habitable en la Tierra se cierra”. La hoja de ruta dice que en 2030 el mundo tiene que rebajar sus emisiones contaminantes en un 43% respecto a los niveles de hoy. El problema es que las emisiones mundiales no disminuyen y, de hecho, el año pasado aumentaron un 1%. La publicación del informe ha coincidido con el debate que hay en Europa sobre los límites a la producción de automóviles de combustión, un pilar de la economía comunitaria. Alemania se había bajado del consenso que fijaba el fin de su fabricación en 2035 mientras asoma como oportunidad la alternativa de los combustibles sintéticos, los e-fuels o gasolina fabricada neutral en emisiones de CO2. Eso es lo que dicen sus partidarios, que buscan la manera de lograr una transición suave al coche eléctrico. El margen de tiempo es muy pequeño y hay mucho en juego, aunque no creo que tanto como la herencia que dejaremos al futuro y tengo la impresión de que no hemos acabamos de entender que frenar el cambio climático exige alguna dosis de sacrificio en nuestro modo de vida.