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Mesa de Redacción

Arantxa Lopetegi

Donostia, sus barrios y otras cosas de las que informar. Les escucho.

¡Qué nervios!

¡Qué nervios!N.G.

No sabemos vivir tranquilas. Cuando no son los exámenes de nuestras hijas e hijos, es la revisión médica de la empresa (no sea que el colesterol esté del todo disparado) o la declaración de la renta, la que toca pagar a los pobres, un misterio. Pues ahí están los nervios, que asoman las antenas a cualquier hora del día y de la noche, que es lo peor. Porque la noche nos pone ante los peores escenarios y ante las mejores soluciones. Quien más o quien menos ha pasado una noche en vela por algo que ni ha pasado ni sabemos a ciencia cierta si pasará. Y otras tantas, hemos encontrado en esa gaupasa obligada soluciones mágicas a problemas casi irresolubles. Y, ¡qué parrafada bien hilada hemos redactado en nuestra mente para soltársela a ese o esa que nos trae por la calle de la amargura! Al día siguiente nos la cruzamos por el pasillo y le saludamos pensando que, si eso, las cuarenta se las cantaremos otro día, que hoy andamos flojillas. Pero los nervios andan ahí. Yo los veo como esas imágenes en las que el diablo y el ángel susurran consejos en ambos oídos. Los nervios atacan y remueven, pero aconsejan mal. Hablando de consejos, y sin que sirva de precedente, ahí va uno. Bajo los efectos de los nervios, como de otras sustancias ilegales, legales o alegales, mejor no actuar. Hay que esperar a la calma.