Pero no verso a verso. Golpe a golpe somos más pobres, gota a gota nuestras cuentas están más secas. Perdonen ustedes que me haya vuelto desconfiada, pero en esto de la subida de precios en la cesta de la compra me creo lo de “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Que no digo yo que no haya causas mayores que hagan que los precios se resientan, como el aumento del coste de la energía y los combustibles, pero seamos serias, que no cuela. No quiero pensar hasta dónde vamos a llegar, pero sí invito a quienes tienen potestad a que se pongan en nuestro lugar. Que después no lleguen los lamentos cuando no se compren coches, ni ropa. Que quien sufre es también el pequeño comercio. Si no hay para pan ni para aceite, menos va a haber para vacaciones. Al tiempo. Porque lo que no se puede es estrechar la soga siempre en los mismos cuellos y después, como el señor que no quiere que se suba el SMI y deja de ser autónomo para ser millonario, utilizar la ralentización del consumo para volver a defender que no se suba el SMI porque no se consume. En bucle. Y no vayamos a hablar de los jóvenes, que esperan a comer pescado en la visita a las casas de sus progenitoras/es. Y si vuelven es porque han salido, que lo tienen más que crudo. SMI versus 400.000 euros al año. Esto es todo señorías.