Siéntense, no va a pasar nada. A saber si fueron 1,4 o 7 los millones que el FC Barcelona pagó a Enríquez Negreira. Vaya usted a saber por qué o para qué. De momento, nadie niega esas informaciones. Ni las explica. Las primeras críticas del entorno culé dispararon al mensajero: cómo era posible que un programa de radio hecho en Barcelona lo aireara. ¡En Madrid no pasaría! Vía comunicado oficial (!), las siguientes críticas no mejoraron: “La información aparece justamente en el mejor momento deportivo de la presente temporada”. El presidente de la patronal de una Liga cada vez más lejana de la inglesa se centró en que si las hubo, estas fechorías estarían prescritas. Pocos dirigentes –tampoco de otros clubes– muestran en público ser conscientes del halo de sospecha que rodea a la competición. El burofax del exvicepresidente arbitral a Bartomeu cuando este, con el club arruinado, decidió dejar de pagarle, suena mal: “No he iniciado esas actuaciones (judiciales) para evitar graves consecuencias”. Solo vemos moverse a los culés con vídeos de atropellos arbitrales sufridos como elemento definitivo de que no hubo nada. En las redes se multiplican como gremlins. En medio de la calle hay un bulto con forma de cadáver. Nadie se acerca a levantar la manta y comprobar. No sea que tenga que pasar algo.
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