“Es la hostia... ¿No sabes lo que es WhatsApp?” Recuerdo el momento como si fuese hoy. El instante en el que me hablaban por primera vez de una herramienta que hoy muchos de nosotros hemos integrado en nuestras vidas de modo natural. Hace poco, mis hijos se sorprendieron cuando les conté que WhatsApp surgió poco antes de nacer ellos y que hasta entonces vivíamos sin él. Se quedaron ojipláticos. ¿Qué especie de troglodita es mi padre?, pensarían. Ya les había hablado del teléfono con cable, la primera cadena de TV, los walkman y hasta el vinilo, pero lo del WhatsApp fue demasiado para ellos. Hoy, sin cumplir los 49, aún me siento en disposición de seguir el ritmo de esta realidad tan cambiante. ¿Hasta cuándo? Esta pregunta se me ha despertado recientemente al comprobar cómo herramientas tan cotidianas ya como el correo electrónico, Internet o un cajero automático dibujan un muro infranqueable para personas mayores que también tienen derecho a decir esta boca es mía y vivir su vida sin que les obliguen a hablarle a una máquina o a registrarse online para apuntarse a cualquier cosa que se les ocurra. ¿Estamos haciendo el camino sin ellos? ¿Cuándo nos descolgaremos nosotros? ¿Será obligatorio tener Tinder?