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Mesa de Redacción

Carlos Marcos

La mascarilla

La mascarillaN.G.

Casi llegando en la estación de autobuses me di cuenta hace escasos días de que no llevaba mascarilla. Ninguna. Para evitar olvidos, ahora que ya no la llevamos puesta a todas horas, o más bien casi a ninguna, suelo guardar alguna en el coche o en la cazadora por si toca ir al ambulatorio, a una farmacia o coger el autobús. Pero claro, no había coche porque precisamente iba a coger el bus y en la cazadora tampoco había nada. Lo primero que hice, claro, fue desviarme del camino y buscar una farmacia abierta pensando cómo se entra sin mascarilla a una farmacia que te pide llevar mascarilla para comprar precisamente eso, una mascarilla. Pensando en que cometería poco menos que un delito, pero más leve que viajar en un bus de largo recorrido sin mascarilla, me coloqué en la puerta y casi a voces y gesticulando le dije al farmacéutico que quería comprar una mascarilla. Fueron diez por cinco euros y el hombre, muy amable, me invitó a entrar a la farmacia para cogerlas temeroso, supongo, de mi mala puntería al lanzar monedas al mostrador. Tras perder el bus por el desvío a la farmacia y el siguiente por ir ya lleno, dos horas después pude viajar con mi mascarilla y mis nueve de repuesto, como un ciudadano ejemplar, y al subir descubrí que más de la mitad del bus no llevaba mascarilla puesta.