Como tantos otros deportes, el ciclismo se ha alimentado desde siempre de las grandes rivalidades. Bartali-Coppi, Anquetil-Poulidor, Kubler-Koblet, Merckx-Ocaña, Bahamontes-Loroño, Lemond-Hinault o Van Moorsel-Longo son parejas que no se pueden entender la una sin la otra. Mathieu van der Poel (bajo el acrónimo MVDP) y Wout van Aert (WVA) nos están regalando estas navidades unos espectaculares duelos en las carreras de ciclocross de Bélgica. Separados por apenas ocho meses de diferencia (ambos nacieron en 1995), basta repasar su álbum de fotos para ver que ya rivalizaban sobre el barro en la categoría junior. Neerlandés uno (Van der Poel) y belga el otro (Van Aert), arrastran a multitudes. Van der Poel lleva el ciclismo en los genes. Es nieto de Poulidor e hijo de Adrie van der Poel, campeón del mundo de ciclocross en 1996 y con un amplio palmarés en ruta en los años 80 y 90. Tan pronto gana un sprint como un mundial de mountain bike. Van Aert es la quintaesencia del ciclismo. En un mismo Tour, el de 2021, ganó una contrarreloj, una etapa con llegada en el Mont Ventoux y el sprint final de París. Antológico. En las pruebas de estas navidades, se exprimen durante una hora en un espectáculo que levanta pasiones y en un país, Bélgica, que lleva el ciclismo en su ADN. El ciclismo es una expresión cultural y popular, una fiesta en todos los sentidos. Solo hay que ver las retransmisiones por televisión para sentir envidia sana. Este domingo hay una nueva función, esta vez en Zonhoven.