Que somos 8.000 millones de personas en el mundo. De todos esos, miles de millones pasan hambre, otros cuantos miles de millones son mujeres que ven vulnerados sus derechos, cuando los tienen, a diario. Otros cuantos miles no saben qué va ser de ellas y ellos al día siguiente. Miles y miles salen de sus casas para no volver, se embarcan en lanchas que no valdrían para dar una vuelta a un estanque y lo hacen porque tienen miedo, no porque quieren hacer turismo. Millones de personas ven cómo se les mueren sus hijos y hijas en los brazos y otros muchos millones no saben cómo han muerto. Y unos pocos miles deciden sobre muchos millones. Y otros millones miramos para otro lado o no sabemos qué hacer. Y miles, unos pocos, se frotan las manos. Y los 8.000 millones estamos en el mismo barco que se va al pairo porque esos miles nada hacen para que el planeta no siga en línea recta camino a la catástrofe. Y las sumas dan para unos pocos y las restas para muchos, para la mayoría. Y si solo unos miles, o unos pocos millones diéramos un golpe sobre la mesa a la vez el planeta temblaría y quizá, solo quizá, temblarían también esos miles que mueven los hilos. O no, porque quizá, o casi seguro, a esos nada les hace temblar. Ni que nos vayamos a la mierda.