Un paseo mañanero de domingo es un chute de energía, la versión reposada de esos otros recorridos en bici entre semana a lo largo y ancho de Donostia y sus alrededores. Hay días que me pongo en modo autómata y llego al trabajo casi sin darme cuenta, ensimismado en mis pensamientos. Resulta sorprendente la cantidad de tareas que realizamos en piloto automático, sin ser muy conscientes del momento presente. Por eso, la mayor parte de las veces trato de salir a la calle con ojos de ver, y en ocasiones me doy de bruces con imágenes sobrecogedoras: ramos de flores, semblanzas y objetos personales de quienes, desde el pozo amargo de la depresión, se han quitado la vida cansadas de tanto sufrimiento. Los lugares donde, definitivamente dijeron adiós, se convierten en pequeños santuarios que me interpelan, porque cada muerte evitable no deja de ser un fracaso colectivo. Los medios de comunicación poco a poco vamos abordando esta realidad que el año pasado se cobró la vida de 148 personas en Euskadi, tres de ellas menores de 19 años. Se estima que por cada suicidio se dan entre diez y quince intentos, de ahí que exista margen para intervenir. Desde aquí, mucha luz en el camino para todas aquellas personas que sufren. No estáis solas. Vuestra vida merece mucho la pena.