Justo cuando Rusia atraviesa su peor momento desde que dio inicio a la invasión de Ucrania, el presidente de Estados Unidos alerta del riesgo de un ataque nuclear, deslizando la idea de que ante la perspectiva de una humillante derrota, Putin estaría dispuesto a apretar el botón atómico. Según Biden, desde la crisis de los misiles de Cuba, hace 70 años, cuando la Unión Soviética instaló en la isla armamento nuclear apuntando a suelo americano, el mundo no corría un riesgo tan grande de verse envuelto en una conflagración de esta naturaleza. Pero si admitimos esta hipótesis, no es el mundo el que está amenazado, sino Europa, porque es en suelo europeo donde se juega la partida. En aquellos tiempos de la Guerra Fría, grandes movilizaciones antinucleares y pacifistas articularon la respuesta social ante la bipolaridad del mundo, dividido ideológicamente en dos bloques dispuestos a todo antes que ceder ante el enemigo. Ni el tiempo ni el contexto son comparables pero llama la atención la absoluta pérdida de músculo social y la total desaparición del pacifismo y el antibelicismo europeos. No sé si en la OTAN imaginaban una atmósfera tan despejada para desarrollar su respuesta a la invasión, que no se sabe si es sincera adhesión, incapacidad de respuesta o, simplemente, preocupante indiferencia.