A mí como a tanta otra gente, nos ocurre que en ocasiones nos sentimos transportadas en una máquina del tiempo. El viaje, en esta ocasión, me ha hecho retroceder más de tres décadas. Sé que a veces les involucro en algunas historias y esta vez lo vuelvo a hacer. “¿Os creéis que tenemos acciones de Iberduero?”. Era una pregunta repetida por mi ama mientras apagaba luces a nuestro paso. Otra versión, que adquirió gran fama en la época de las nacidas en el baby boom, fue la de “¿te crees que tenemos acciones en Telefónica?”. Esta versión iba acompañada de un gesto que amenazaba con colgar el teléfono fijo modelo Góndola. Tercera versión, esta también muy aplaudida. “Sal de la ducha que se acaba el agua caliente”. Y era verdad, porque si entrabas la última mejor que no te tocara lavarte la cabeza con agua helada. Yo, la verdad, nunca tuve muy claro qué significaba tener o no acciones en tal o cual empresa, pero deduje que sería algo que podían hacer los ricos y no los pobres. Pues nada, que ahora me encuentro en las mismas: apagando luces, amenazando con dejar de pagar cuentas de teléfono y llevándome las manos a la cabeza con la factura del gas, tanta ducha tanta ducha, dos al día es ya despilfarro, vicio. Cambien el nombre de la compañía y estamos donde empezamos.
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