Comienza un curso escolar que debía ser el de la recuperación de la normalidad y, en cambio, se ha convertido en el de la cuesta de septiembre. La relajación de agosto ha terminado de golpe al ver la factura del material escolar... Los agoreros nos advierten de un otoño caliente y un invierno helador en el que nos deberíamos plantear, incluso, nimiedades como ahorrar unos céntimos apagando el fuego cuando empieza a hervir la pasta, según ha explicado recientemente un premio Nobel. El problema es que la clase media acomodada no lleva bien apretarse el cinturón. O no sabe. Si las generaciones ahora ancianas que pasaron de no tener nada a disfrutar del estado del bienestar ya llevan tiempo recortando gastos para evitar sustos futuros, a los nacidos en la abundancia nos cuesta plantearnos un escenario sin nuestras necesidades innecesarias. Pero con una inflación disparada como la actual, el euríbor de camino a batir récords y la crisis energética sin visos de solución, el camino se vislumbra difícil. La semana pasada, en un coloquio en televisión, el cineasta Montxo Armendariz traía a colación unas palabras del verdadero Tasio sobre su particular filosofía de vida en la que no creía en trabajar para otros porque la naturaleza y el monte “dan todo lo necesario para vivir”.