El fútbol se ha convertido en un negocio lo suficientemente inquietante como para hacer saltar por los aires los valores asociados a un deporte. No hace falta mirar a Barcelona para ver dónde queda su eslogan (más que un club) cuando las necesidades económicas aprietan. Tampoco es cuestión de mirar fuera, aunque confío en que algún día el club blaugrana recupere parte de los valores que se le han escurrido por el camino. En Gipuzkoa, la Real tiene su propio desafío y no es otro que el de no romper el cordón umbilical que le une a su cantera, al trabajo de pico y pala en Zubieta, donde el trato a nuestros hijos e hijas diría yo que es exquisito. La Real cuenta hoy con 70 millones de euros más por la venta de Isak y una plantilla reconocible aún y que se ha ganado el apego y la adoración de los suyos. Yo no me confiaría. Me preocupa escuchar a seguidores, tanto o más realistas que yo, abogar por fichajes a diestro y siniestro, en posiciones que hoy ocupan jugadores propios que sin ser figuras, son grandes futbolistas. Me inquieta que perdamos ese vínculo que precisamente el trabajo de esta directiva ha fortalecido. Me asusta dejar de ser esta Real que me ha vuelto a cautivar. La del dorsal número 2, el 3, el 4, el 5 (mi favorito), el 6, el 7, el 10, el 12, el 13, el 16, el 18, el 20, el 22. Y acertar con el aliño. Gora Real!