“¿Habéis visto cómo está el glaciar del Aneto? Eso no va a traer nada bueno”, nos comenta un trabajador mientras nos montamos en el telesilla de Clòt der Os para bajar hasta la planicie de Beret. Al fondo, a lo lejos, en un marco incomparable de montañas bañadas por un calor abrasador, se observa el glaciar del Aneto pero es difícil apreciar lo que sucede. Y lo que sucede es que el icónico tramo helado, el mayor de los Pirineos, con dos kilómetro de longitud, se derrite sin remisión por efecto del cambio climático. En una década ha perdido 20 metros de espesor. Las altas temperaturas, que estos últimos días son más que evidentes, han provocado que desde hace ya muchos años este glaciar y los otros 19 del Pirineo se consuman y aflore cada vez con más frecuencia un mar de piedras y rocas. En zonas de alta montaña, como la del Aneto-Maladeta, el impacto del cambio climático es demoledor, según apuntan los expertos, y el incremento de las altas temperaturas es el doble que la media global a pie de calle. El daño, además, es irreversible. Un equipo de científicos del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y de la UPV/EHU hizo hace un año un pormenorizado estudio sobre el glaciar del Aneto y estimó que en 2050 es posible que hayan desaparecido todos los glaciares de los Pirineos.