La salud mental se ha considerado siempre un asunto estrictamente humano. Sin embargo, en los últimos años la visión de que nuestras mascotas también pueden requerir atención psicológica ha ido ganando terreno. Comportamientos erráticos o falta de estabilidad son algunos de los síntomas de que nuestras mascotas pueden necesitar ayuda profesional.

Mayormente los perros, pueden desarrollar problemas psicológicos que alteran su comportamiento y calidad de vida. Estrés, miedo, ansiedad por separación o incluso comportamientos compulsivos son cada vez más comunes en animales de compañía que viven en entornos urbanos o con rutinas poco favorecedoras. Frente a esto, ha surgido una nueva tendencia: los psicólogos para mascotas.

¿Qué es un psicólogo animal?

Aunque el término “psicólogo para mascotas” puede sonar excéntrico o un paso más hacia la humanización de nuestras mascotas, lo cierto es que la labor de estos profesionales cada vez está más demandada. Estos "psicólogos" suelen ser etólogos o educadores caninos con formación en comportamiento animal y trabajan con el animal desde una perspectiva emocional. Su función no es enseñar al perro a obedecer órdenes, más bien ayudar al dueño a entender por qué se comporta de determinada manera y cómo corregirlo de la forma adecuada.

Casos como los de perros que no soportan viajar en coche, sufren ataques de pánico por ruidos o ladran sin control a otros animales son habituales en este tipo de consulta.

La metodología es clave

Uno de los enfoques más reconocidos en España es el adiestramiento cognitivo‑emocional, creado por Carlos Alfonso López. En estas sesiones, se recurre a dinámicas grupales donde los animales interactúan en un entorno controlado, lo que les permite enfrentar sus miedos poco a poco. En algunos casos, cuando hay ansiedad o traumas, pueden utilizarse feromonas sintéticas o, bajo supervisión veterinaria, medicación temporal. Una parte esencial del proceso es también la formación del cuidador, que aprende a interpretar el lenguaje corporal del animal y actuar en consecuencia. Según educadores, la gran mayoría de los problemas mentales de, por ejemplo, los perros, vienen de una mala comunicación de sus dueños.

Una tendencia al alza

Estos tratamientos, además de mejorar la convivencia en casa, también previenen situaciones más graves. La ansiedad por separación, por ejemplo, puede llevar a destrozos en el hogar, ladridos incontrolables, autolesiones o problemas digestivos. Las fobias no tratadas pueden convertir cada paseo en una pesadilla, y una conducta agresiva no gestionada adecuadamente puede derivar en conflictos con otros animales o incluso con personas.

El perro no puede ir asomado a la ventanilla. Freepik

La psicología animal y especialmente la canina también se está utilizando en entornos educativos y sanitarios, donde los perros de terapia necesitan también apoyo emocional para sobrellevar su trabajo.

¿Ha llegado la psicología animal para quedarse?

Muchos se preguntan si todo esto no será simplemente una locura más en una sociedad que cada vez humaniza más a los animales. Sin embargo, son muchos los expertos que defienden la necesidad de estas terapias. Igual que un humano acude al psicólogo por ansiedad, una mascota también puede necesitar ayuda profesional para superar ciertas experiencias o comportamientos. No se trata de trasladar sus problemas del mundo animal al humano, se trata de entender que son seres que sienten y sufren emocionalmente y de buscar la mejor solución para ello.

Esta nueva vertiente de la psicología no parece ser una moda pasajera, sino una evolución o un avance en la forma en la que nos relacionamos con nuestras mascotas. A medida que comprendemos mejor su forma de ser, también nos volvemos más responsables de su bienestar. A veces, recurrir a un psicólogo de mascotas puede marcar la diferencia entre un animal infeliz y uno que vive en plenitud.