Ha llegado ese momento de la semana, suponiendo que nuestro gato no tenga algo que decir antes, en la que toca vaciar y limpiar el arenero de nuestra mascota. Retiramos los restos, los embolsamos, le damos una fregada a la bandeja y reponemos con arena limpia el baño de nuestro minino. Ahora, la gran pregunta, ¿qué hacemos con lo embolsado?
Las heces
De entrada, la primera costumbre que debemos adquirir es separar las heces de nuestro gato del resto de la arena. La razón es muy sencilla, su reciclaje es imposible y es fácil que contenga parásitos y bacterias que puede contaminar e infectar a otros animales, como el caso de la Toxoplasma gondii, causante de la peligrosa toxoplasmosis.
Los residuos orgánicos de nuestro compañero de vivienda no deben mezclarse con nada más y se deben depositar en el contenedor de restos o basura doméstica, que en la mayoría de las ciudades corresponde al cubo gris o identificado con este color. Además, por pura prevención y como cuestión de salud pública, siempre deben ir dentro de una bolsa cerrada para evitar la posible expansión al entorno de bacterias y parásitos que contagien tanto a personas como a otros animales.
Por esta misma razón hay que evitar una práctica muy habitual a la hora de eliminar las heces de los gatos: tirarlas por el retrete. Puede parecer lógico, al fin y al cabo las nuestras se van de casa por esa misma vía, pero el problema vuelve a ser el mismo: los posibles parásitos y bacterias que pudieran tener nuestro gato y que de esta forma pueden extenderse y contaminar el entorno llegando a otros seres vivos.
Además esta acción cuenta con un posible problema añadido, la arena empleada. Lo queramos o no, las heces van tener una cobertura de arena. Si es la arena tradicional de sílice o arcilla, de materiales inertes pueden ocasionar problemas en las tuberías al poder provocar atascos. En principio es poca cantidad, pero las cañerías tienen codos y puede darse un efecto acumulativos.
En el caso de usar arena biodegradable, aunque se anuncie como que se disuelve en el agua, este efecto no es inmediato, por lo que el taponamiento también puede darse. Además cuenta con otro efecto que puede agravar el problema, algunos de estas arenas tiene gran capacidad de absorber agua, por lo que se hinchan y hace falta menos cantidad para que se forme el atasco.
Las distintas arenas
Visto lo anterior, queda claro que la arena de la bandeja jamas debe ir por el retrete, a pesar de que se anuncien como biodegradables. Por ello, el recurso es embolsarla una vez retiradas la heces y depositarla en el contenedor adecuado.
Pero, ¿cuál es? Pues dependerá del tipo de arena. En el caso de usar las arenas más tradicionales, las minerales de arcilla o de sílice, hay que ser conscientes de que no son reciclables, por lo que deben ser enviada a la de residuos domésticos, al cubo gris. Y si es dentro de una bolsa, mejor. Pero desde Ecoembes hacen notar que a pesar de no ser reciclables sí pueden tener una segunda vida, se les puede buscar una utilidad alternativa.
Así, por ejemplo, propone, después de darle un enjuague con agua, puede servir, por ejemplo, de relleno de agujeros en el pavimento o en un murete. Para prevenir posibles olores se le puede añadir algún producto que los desactive.
En el caso de que utilicemos arenas ecológicas o biodegradables podrían ir, con algún cuidado, al contenedor orgánico. Pero también puede ser reutilizable. Así, proponen que la arena formada por bolitas de madera, papel o virutas de pino puede emplearse como fuente de energía en hogueras y chimeneas. Igualmente, puede servirnos para hacer compost en casa mezclándola con otros residuos orgánicos para abonar jardines o huertos. Este compostaje puede hacerse de manera natural, enterrando la mezcla en el suelo y dejando que se descomponga, o de forma mecánica empleando una compostera.