En Diestralandia ya tienen la solución a lo de Ceuta. Tan sencillo como sacar al emérito de su exilio dorado en Abu Dabi. Lean, por ejemplo, a Pedro Narváez en La Razón: "A Mohamed VI le hubiera calmado otro Rey, el emérito, que lo tienen exiliado en lugar de exprimir el jugo que le queda, o Felipe VI, con su agenda reducida como un colegial de la ESO sin deberes. (…) Aquí hace falta un rey que reine y que mire a los ojos a su colega. Don Juan Carlos desde Abu Dabi, rodeado del poder árabe, y Felipe VI en Madrid harían más por el Tarajal que Marlaska cuya mejor idea fue reformular las concertinas porque desde su cinta para correr le producían unas insoportables agujetas". La pieza se titula "Que vaya el Rey".

En El Mundo, Emilia Landaluce difunde la misma idea. En este caso, el encabezado es "Felipe VI a Marruecos", aunque la primera mención es para el Borbón Mayor: "¿Esto hubiera pasado con el Rey Juan Carlos? Un ex ministro de Exteriores, buen conocedor de los hilos que tejen la diplomacia y eso que llaman las relaciones internacionales, es muy tajante ante la pregunta. «Por supuesto que no». Y pese al desprecio por el Rey Juan Carlos que este Gobierno (a través de la Fiscalía) trata de inculcar a los españoles, es evidente que bastaría una llamada a su sobrino Mohamed (si Hassan era su hermano) para hacer que Marruecos tuviera otra disposición. O quizás lo podría hacer Felipe VI, porque las relaciones personales con otros jefes de Estado, como los tronos, se heredan".

José Alejandro Vara espolvorea en Vozpópuli idéntica tesis de un modo más sintético: "El rey don Juan Carlos actuaba de gran apagafuegos cuando era preciso superar algún desencuentro con su 'hermano' Hassan y su sobrino Mohamed. A Felipe VI, los talibanes de la Moncloa no le han permitido papel alguno en ese ámbito".

En ABC, Luis Ventoso calca el argumento y, de propina, añade la añoranza a cierto registrador de la propiedad: "La diplomacia con Marruecos es vital. Juan Carlos I, al que está hoy de moda denigrar, fue un maestro en la materia. Rajoy también entendió enseguida que solo se podían frenar las olas de cayucos entendiéndose con los marroquíes".

Es curioso que el destacado columnista del vetusto diario hable de entendimientos ante lo que su director, Julián Quirós, califica como chantaje: "Marruecos le ha tomado la medida a Sánchez, que ignoró los avisos, eludió las evidencias, escondió la cabeza, y mucho tememos que no sepa responder al chantaje, salvo encomendándose a Europa, lo habitual. El presidente se ha equivocado de principio a fin. Y encima esto de las avalanchas migratorias no salía en ninguna de las series de TV donde aprendieron política todos estos modernos".

¿Y cuál debe ser la respuesta a la ofensa? Agapito Maestro sugiere en Libertad Digital la que ustedes imaginan: "Preparémonos, pues, para lo peor. O el Gobierno de España detiene esto ya con un ejercicio inédito de contención diplomática o, por el contrario, se conforma un Gobierno de salvación nacional para responder a Marruecos con la contundencia que exigen los tratados internacionales violados por el país vecino".

Por ahí va también Miquel Giménez, que no repara en gastos de bilis hirviente: "No es una crisis humanitaria, no son refugiados de guerra, no huyen de una catástrofe natural. Los marroquís que han entrado a través de Ceuta son la avanzadilla de una invasión. Pura y dura. Son civiles -aunque entre ellos podríamos hallar a no pocos oficiales de la inteligencia marroquí e incluso a miembros de organizaciones yihadistas- que han llegado hasta la reja que separa el territorio español del de Marruecos. Pero también forman parte de un calculado plan de invasión camuflada que Rabat lleva hace años llevando a cabo y que ahora ha decidido llevar al límite".

En el cortapega final encontrarán la sorpresa de la jornada. Federico Jiménez Losantos está con Pedro Sánchez. A su manera, es verdad, pero lo está: "Hay que apoyar al Gobierno frente a Marruecos porque no tenemos otro. Y porque sólo apoyándolo podremos exigirle que cambie de política. No se trata sólo de patriotismo sino de sentido común. Así que, sin que sirva de precedente, cuente conmigo, señor Sánchez, para defender a España. Aunque no lo crea es su obligación. Y la nuestra". Ahí queda eso.