l pasado 1 de febrero una jueza de Vitoria-Gasteiz ordenó al ayuntamiento de Laudio a readmitir a una trabajadora interina que no había logrado alcanzar el nivel de euskera exigido para su puesto. El argumento, según la magistrada del Juzgado, es que “la lengua vasca es el quinto idioma más difícil del mundo”. La noticia corrió como la pólvora en las redes sociales y se sucedieron una avalancha de opiniones, a favor y en contra, no tanto del fallo, que terminaba por reconocer como empleada fija del Ayuntamiento al recurso presentado por esta trabajadora temporal, sino del razonamiento esgrimido. “La Administración parece olvidar que el euskera ocupa la quinta posición de los idiomas más difíciles del mundo (en algunas listas aparece incluso el primero)”, a lo que la jueza añade que “la principal dificultad de esta lengua es que no comparte ninguna conexión con ningún otro idioma, ya que ha evolucionado a lo largo del tiempo de forma aislada”.

¿Es el euskera tan complejo e inaccesible? ¿Hay para tanto? En 2009 un estudio financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores británico ahondaba en la idea de que nuestro idioma es poco menos que inalcanzable y colocaba la lengua vasca en lo más alto del ranking. En el discutido listado, realizado como parte de un análisis global a los empleados diplomáticos ingleses repartidos por el mundo, el euskera superaba en dificultad a las siguientes lenguas: húngaro, chino, polaco, japonés, ruso, alemán, coreano, inglés y swahili.

Sean o no exageradas las cuestiones sobre su dificultad, el euskera tiene tirón. Es el idioma cooficial que cuenta con más matriculaciones en las Escuelas Oficiales de idiomas (EOI), superando así al valenciano, el catalán y el gallego. En concreto, en las estadísticas publicadas por el Ministerio de Educación en 2020, los estudiantes apuntados a la lengua vasca subieron de 8.146 a 8.347 y se colocan muy por encima del resto, a quienes al menos triplica en número de matriculados.

La inmersión lingüística de los barnetegis, donde se vive en euskera las 24 horas del día, es una de las opciones favoritas. El barnetegi y euskaltegi de Maizpide, en Lazkao, abrió sus puertas hace más de 30 años, en 1988, pero su trabajo a favor de la recuperación y el impulso del euskera se lleva realizando desde los años 60. Mikel Toyos, un vecino de Ziburu, aprovechó un paquete de ayudas institucionales francesas para aprender el idioma de cero durante la pandemia. Nueve meses después ha logrado hablar euskera de manera fluida. “Ha sido una experiencia muy positiva”, reconoce Toyos, que ha visto cumplidas sus expectativas tras optar por la matrícula que incluye las clases, actividades complementarias (excursiones, talleres de música, visitas culturales) y régimen de pensión completa de lunes a viernes.

En Lazkao, los veranos suelen ser especialmente intensos para el aprendizaje del idioma más antiguo de Europa. Aprovechando el periodo de vacaciones, muchos adultos deciden invertir su tiempo en unas jornadas maratonianas de 8 horas lectivas, de lunes a viernes, que se completa con clases de euskera los sábados por la mañana y una excursión el domingo, donde de manera más relajada y amena, los estudiantes charlan y se comunican en lengua vasca.

Espectáculos de magia, trikitixas, cuentacuentos, conferencias, catas de vino, talleres de yoga, manualidades, escape rooms, masajes, talleres de autodefensa... Los métodos y las actividades varían, pero el objetivo siempre es el mismo: mejorar el nivel de euskera. Desde hace unos 15 años el programa Berbalagun de Meatzaldea (Muskiz, Abanto Zierbena, Ortuella y Trapagaran) organiza distintas acciones para promover su uso y aprendizaje, entre ellas, rutas de senderismo por las montañas de la zona que han bautizado como ‘Mendilagunak’.

Los grupos son reducidos, como máximo participan cuatro o cinco personas, y se requiere un nivel mínimo de B1 o intermedio bajo. “Ofrecemos un ambiente relajado y amigable en grupos pequeños, lo que facilita el cambio de hábitos lingüísticos. Y los participantes deciden por sí mismos dónde y cuándo unirse. No son escuelas de euskera, sino espacios para aprender euskera”, explican sus promotores. En la última edición celebrada a finales de 2021 participaron más de 100 personas y se abrieron 19 grupos.

Los perfiles para aprender euskera en sus múltiples opciones son heterogéneos. Desde lingüistas extranjeros enamorados de un idioma que consideran un “tesoro” a proteger, a ciudadanos vascos y de otras partes de la Península que necesitan un empujón para mejorar su nivel; algunos lo hacen motivados por su trabajo, otros por cuestiones sentimentales o personales. No importa el motivo. La cuestión es no arrojar la toalla. “Nunca es tarde”, remata Toyos.

“Yo hice el curso de euskera más corto de la historia. Fui tres días a clase y empezó el COVID”

“Me da envidia la gente que sabe euskera. Yo intenté aprenderlo pero no pude seguir el ritmo”