Parafraseando a Ana Mena, y deslocalizando a su Málaga natal, con Juan Mari Guajardo podríamos decir eso de: “Desde Alsasua... ¡para el mundo!”. Porque este famoso y solicitado speaker, quizá el más reconocido de todo el Estado, se pone delante del micrófono 190 días al año. Y a lo largo de toda la geografía. Lo que le supone, también en cifras contundentes, “más de 220 pernoctaciones alejado de su familia”. Compuesta por su mujer y sus tres hijos (un chico y dos chicas) de nueve, seis y tres años de edad. “Es lo que peor llevo. La lejanía que conlleva este precioso trabajo. Pero tratamos de organizarnos, y hasta el momento lo solventamos”, admite entre risas Guajardo, que nos concede esta entrevista recién aterrizado en Ayegui (localidad en la que reside desde hace años) de La Vuelta Ciclista 2023. Es, sin duda, su prueba deportiva estrella. ¡O una de ellas! La que lleva locutando desde hace 27 temporadas, que se dicen pronto. “Comencé en el año 1997, cuando arrancó la primera etapa desde Lisboa, y ahí sigo. Con la misma ilusión del primer día”, especifica este comunicador nacido hace 48 años en la capital de Sakana. Un pueblo, Altsasu, del que afirma sentirse “orgulloso”: “Que quede claro: yo soy 100% altsasuarra”.

“Me inicié en esto hace tantos años que no existía ni la palabra ‘speaker’. Yo era locutor”

Precisamente, en la también denominada como “muy ilustre villa” Juan Mari comenzó su andadura en este loco mundo de la comunicación. Acompañando con “solo diez u once años” a su progenitor en la multitud de pruebas deportivas a las que asistía como informador, como las carreras de ciclismo o los partidos de pelota. “Mi padre (el también conocidísimo Juan Mari Guajardo) trabajaba como corresponsal para el periódico ‘Navarra Hoy’ (que posteriormente se reconvirtió en el actual ‘Diario de Noticias’) y yo siempre le acompañaba. Aprendí cantidad con él. Le echaba una mano con las entrevistas, las llamadas de teléfono, las anotaciones...”, rememora. Eran tiempos no-digitales en los que no quedaba más remedio que espabilar. Revolver entre los protagonistas, cubrir in-situ los acontecimientos. Y así nació el germen, el gusanillo deportivo, que lanzó a Juan Mari (hijo) a su quehacer actual. “Me inicié en esto hace tantos años que no existía ni la palabra speaker. Yo era locutor. Y durante muchos años, con recortes de periódicos y cintas de audio que enviaba a los directivos de los eventos, me abrí camino poco a poco”, especifica.

¡Y vaya si lo hizo! En las últimas tres décadas, Guajardo ha animado citas deportivas por todo el Estado, buena parte del Viejo Continente, e incluso en América Latina. Allí, por ejemplo, locutó la mexicana La Vuelta a Chihuahua a principios del nuevo milenio: “Mantengo un recuerdo excepcional de aquella carrera, y que muchos paisajes se parecían a Urbasa”. Como Juan Mari tampoco podrá olvidar, entre tanto ciclismo y pruebas de motor, aquella ocasión en la que le tocó presentar, en compañía de un experto, un evento de tractores de la firma Fendt (líder mundial en el sector). “La cierto es que me ha tocado presentar de todo. Eso sí, en mi cabeza siempre permanecerá, como recuerdo muy especial, la salida de La Vuelta 2012 de Pamplona. Se me ponen los pelos de punta. Esa sensación de estar en casa, la belleza de las localizaciones, la multitud de gente que acudió...”, detalla con el mismo ímpetu que aplicó aquel 18 de agosto de 2012. Porque Guajardo, como bien delata su adictivo timbre de voz, es emoción, humanidad, cercanía... Tres cualidades que bien conjugadas, como en su caso, son capaces de animar a las masas.

Perfil digital

No existe instantánea sin micrófono: Lejos de imágenes personales o familiares al más puro estilo Dulceida, sus perfiles en redes sociales son un fiel reflejo de su labor profesional. Como un catálogo, o el mejor clipping, de la cantidad de pruebas deportivas en las que ejerce como speaker. Juan Mari Guajardo suma una comunidad de más de 21.000 seguidores/as, y sus followers se reparten así: más de 13.000 en X (antes Twitter), y 9.000 en Instagram. Como curiosidad, cabe resaltar que son muy pocas las instantáneas en las que aparece sin micrófono.