as primeras noticias que se tienen de las fiestas de San Pelaio de Zarautz datan a finales del siglo XVI. Desde entonces han ido evolucionando, pero este ha sido sin ninguna duda el año más atípico en cuanto a las celebraciones.

Ni conciertos ni cabezudos y gigantes. El Ayuntamiento dejó claro que no son tiempos de echar cohetes. De hecho, los festejos han sido reducidos a dos días y todas las actividades organizadas han tenido carácter "simbólico".

El chupinazo fue remplazado por la plantación del olivo en memoria de todos los zarauztarras fallecidos a causa del COVID-19. Decenas de ciudadanos se acercaron al parque de Arrosategi, al lado de la residencia de Santa Ana - uno de los focos más golpeados por la pandemia de la zona-.

La ceremonia tuvo un punto de poesía. Xabier Euzkitze con la ayuda de tres violinistas recitó el poema Biho-tzean min dut que el poeta zarauztarra Xabier Lizardi escribió en el año 1932 para el día de entierro de su abuela. "Era nuestra obligación despedirnos de ellos con dignidad", aseguró el alcalde Xabier Txurruka en el acto.

También fue sencilla la tamborrada de adultos que se celebró a medianoche. Solo 200 afortunados tuvieron la oportunidad de oír y cantar desde Lege Zaharren enparantza Pelaio-Pelaio, que fue entonada por doce tamborreros en representación de todos las sociedades gastronómicas.

Ayer, día de San Pelayo, amaneció gris y aunque en cuanto a la programación no hubo "gran cosa", los zarauztarras aprovecharon su día festivo para reunirse con los familiares. De este modo se despidieron los vecinos de las fiestas patronales de 2020 que quedarán marcadas en la historia del pueblo.