Legazpi está en el Valle del Hierro y eso se deja notar hasta en el agua: en muchas fuentes tiene grandes cantidades de hierro. El sabor metálico de ese agua echa para atrás a algunos, pero otros la han bebido desde niños y la prefieren a la que viene del embalse de Barrendiola.

Hasta hace unas décadas el agua no llegaba a las cocinas de los caseríos y solían gogerla del río y de las fuentes. Cada zona tenía su fuente. Los de Guriditegi, por ejemplo, iban a la conocida como Liñapitxi.

Tere Madinabeitia, del caserío Etxeaundi, recuerda que sus padres les mandaban a por agua con un botijo al que llamaban murko o con una marmita de plástico. "Aunque teníamos agua en casa, preferían la de la fuente, pues tenía otro sabor y estaba más fresca. La fuente está a más de cinco minutos de casa y el murko pesaba mucho. Creo que por eso empezamos a utilizar la marmita de plástico. El agua la dejaba naranja. Cuando tocaba trabajar con la hierba, llevábamos el murko, pues conservaba mejor la temperatura del agua. Lo dejábamos debajo de la hierba, para que el agua no se calentase". Para cocinar y para lavar la ropa no utilizaban el agua de la fuente.

Madinabeitia recuerda muchas anécdotas relacionadas con la fuente de Liñapitxi. "Los niños del barrio solíamos quedar antes de comer, para ir juntos a por agua", comenta.

Eso sí, los más pequeños tenían prohibido ir solos a la fuente, pues para llegar a ella había que cruzar la vía. "Para no tener que cruzar la vía, solíamos ir hasta Gibola y pasar al otro lado por encima del túnel. Pero el agua tiñe de naranja todo lo que toca y siempre volvíamos a casa con alguna mancha naranja. Nos echaban la bronca por haber ido a la fuente, aunque para ello no habíamos cruzado la vía".

Como se puede ver en la foto que ilustra este reportaje, la familia de Tere Madinabeitia aún conserva el murko oficial y uno más pequeño que les regalaron de niñas. Y todavía hay vecinos que van a Liñapitxi a por agua. El agua de Legazpi, burbujas no tiene; pero hierro, más que las lentejas.