Marcelino Okariz Izagirre es un zumarragarra de pro. Nació en Kalebarren, una de las calles más antiguas del pueblo, y desde hace algunos años vive en la plaza Nafarroa, que antiguamente fue la plaza mayor. Fue secretario municipal durante muchos años, por lo que conoce de maravilla la historia reciente de la localidad y los entresijos del Ayuntamiento. Como buen caballero, habla bien de todos los alcaldes con los que trabajó y todos los alcaldes le tienen en gran estima. Cuando recibe la llamada de este periódico responde que él no tiene grandes cosas que contar, pero tal y como era de esperar, tiene mucho que contar.

Okariz nació en 1930, en Kalebarren, en la misma casa donde nacieron su padre, su abuelo y su bisabuela. Tres abuelos suyos eran de Zumarraga y la abuela paterna de Ezkio, por lo que es 100% made in Urola Garaia. Se declara “zumarragarra de pura cepa”.

Estudió Derecho (acabó la carrera en 1953) y comenzó su andadura laboral en el Ayuntamiento de Urretxu. “Cuando se jubiló el secretario, me ofrecieron un puesto en las oficinas municipales. Ahí tomé contacto con los trabajos de un Ayuntamiento y un juzgado de paz”, comenta.

Tras casarse, se trasladó al Ayuntamiento de Zumarraga. “Habían renovado la plantilla y en noviembre de 1964 me incorporé para desempeñar la labor de técnico de administración general, como funcionario interino. Más tarde, tras las pruebas de acceso, ocupé la plaza en propiedad. Cuando no había secretario tenía que hacer de secretario y lo mismo de interventor. El título de secretario lo obtuve posteriormente y en el concurso de adjudicación de plazas tuve la gran suerte de que me concedieran la de Zumarraga. Me jubilé en 1995, tras casi 40 años trabajando en los ayuntamientos de Urretxu y Zumarraga”.

Dice que lo mejor de trabajar en un Ayuntamiento es el poder prestar servicio a la gente. “Además, trabajé en mi propio pueblo, cerca de casa y para gente conocida. Para mí, Urretxu y Zumarraga forman un pueblo. Salía de trabajar a las 15.00 horas y a las 15.20 ya estaba tomando un café en el Casino, con mi mujer”.

Reconoce que también le tocó vivir malos momentos. “Lo peor de todos aquellos años fueron la falta de agua en el abastecimiento domicilario y las riadas en Kalebarren y Soraluze. Recuerdo haber ido a trabajar por la huerta, debido a que en el portal había dos metros de agua”.

Considera que Zumarraga está mucho mejor que hace 50 años. “Se han hecho el frontón Beloki, el de Ei-tza y el de Agiñaga, un estadio de fútbol, un polideportivo... En mi opinión, es uno de los mejores pueblos de Gipuzkoa para vivir. Sobre todo por el hospital. La atención sanitaria es estupenda. Además, tenemos liceo, instituto y centro de Formación Profesional”.

Todas estas instalaciones se construyeron estando él trabajando en el Ayuntamiento de Zumarraga. Recuerda varias anécdotas de aquellos años. Una de ellas está relacionada con la falta de agua. “La obra del pantano dio mucho trabajo. Al principio se hizo la presa y la instalación de la tubería de conducción del agua. Un alto cargo del Ministerio de Obras Públicas vino a inaugurarlas. El tren Talgo paró exprofeso para que se apeara y las mujeres, fueron a recibirlo con cacerolas. La Corporación se enteró de ello y les pidió que no protestaran. El agua no llegaba a los grifos de las viviendas de las zonas altas y se abastecía en la calle, con un camión que tenía dos cisternas de 5.000 litros”.

Trabajó con un buen número de alcaldes. “Comencé con Altuna, que fue el siguiente a Artiz. El gobernador civil lo cesó por las huelgas de Orbegozo y nombró a Uribesalgo. Después se formó una gestora, que tuvo dos presidentes: Urrestilla y Garitano. Urrestilla se vio obligado a dimitir para presentarse a las primeras elecciones municipales, en las que resultó elegido José Luis Ruiz. Compró los terrenos de la estación de los vascongados, se inició la obra del hospital y renovó el frontón Zelai Arizti. Presidió una corporación consensuada. Le siguió Garitano, que tampoco tuvo dedicación exclusiva. Renovó el ayuntamiento, trasladó el hogar del jubilado a la plaza, hizo el polideportivo y el polígono industrial... Cuando salía fuera por motivos de trabajo, me llamaba todos los días para mantenerse informado y dar órdenes”.

El último con el que trabajó fue con José Julián Irizar. “En su época se hicieron la obra del río (que acabó con las inundaciones), el frontón Beloki, la escuela de Formación Profesional... Se portó muy bien con los funcionarios. Mi relación con todos ellos fue cordial. Creo que todos fueron buenos alcaldes. Se preocupaban por el pueblo y por sus gentes”.

Hija secretaria Considera que el trabajo en el Ayuntamiento es menos complicado que antes. “Había que controlar la alhóndiga, el matadero también creaba problemas, el tema de las quintas exigía un gran papeleo... Ahora, gracias a los ordenadores, se ahorra mucho tiempo. Comento estas cosas con mi hija, que es la actual secretaria, y me da la razón”.

Como no podía ser de otra forma, le alegra que fuera su hija la que le cogiese el testigo. “Siento cierta satisfacción, pero al principio no me hizo mucha gracia. Quería algo distinto para ella. Que hiciciera oposiciones para otra actividad o se colocara en un bufete de abogados”.

Desde que le pasó el testigo a su hija, se ha dedicado a sus aficiones. Su gran pasión ha sido la pesca y también corría por el monte mucho antes de que se pusiera de moda. Ahora se dedica a dar pequeños paseos y a acompañar a su mujer. También colabora con la revista del hogar del jubilado, escribiendo artículos, y estudia la historia de su querido pueblo. Y, por supuesto, sigue disfrutando de Zumarraga y sus gentes. “Todas las tardes salgo a dar una vuelta y tomar un par de txikitos con los amigos”.