El bosque de Miramon esconde entre su frondosa vegetación un antiguo lavadero, que pasa desapercibido para los paseantes, ya que sus restos se encuentran disimulados dentro de la regata Pakea, una de las dos que atraviesan la hondonada. La construcción de piedra, según han confirmado los expertos, servía efectivamente para la limpieza de la ropa. La instalación estaba dividida en dos pilones. En el de abajo se enjabonaban las prendas y en el de arriba se aclaraban.

La asociación de vecinos de Aiete Lantxabe dio a conocer su hallazgo el pasado año y recurrió a la Sociedad de Ciencias Aranzadi para que confirmase sus sospechas y avalase que, efectivamente, los restos de construcción corresponden a un clásico lavadero de río.

Según su diseño, el de Pakea Erreka es de los que estaban concebidos para lavar de rodillas, según explican la asociación vecinal y Aranzadi, que añaden que estos lugares no eran solo puntos de trabajo sino también de reunión y tertulia para las baserritarras de la zona, "que se veían obligadas a acudir a los fregaderos dado que en las casas no había agua corriente".

Así lo detalla la página web de la asociación Lantxabe que, de la mano de Aranzadi, ha propuesto al Ayuntamiento que la sencilla construcción sea considerada parte del patrimonio donostiarra. Para que este vestigio del pasado reciente (siglos XIX-XX) no se borre para siempre, han sugerido al Consistorio que se refuerce la estructura de piedra que queda aún en el agua y que se dé a conocer su existencia con paneles explicativos.

"Las actuaciones se deben concentrar inicialmente en retirar los lodos y restos de vegetación acumulados en ese entorno a fin de despejarlo", propone el historiador y arqueólogo de Aranzadi Alfredo Moraza, que ha analizado el hallazgo y defiende su recuperación para no perder una realidad histórica de la ciudad.

El experto, según explica en la página web de Lantxabe, cree que "en una segunda fase se debe proceder a la consolidación de las estructuras que han llegado hasta nuestros días a fin de detener su paulatino deterioro".

Para que los paseantes puedan conocer el antiguo lavadero, la asociación vecinal pide también que se mejore el acceso hasta el punto en el que se halla el resto patrimonial, una obra que considera que no necesita una gran infraestructura. Además, sugiere que la actuación sea "a poder ser lo más mimetizada" posible con el entorno natural en la que se encuentra para que no desentone.

Quienes deseen ver este lavadero pueden descender desde el caserío Katxola hasta la regata y pasar el puente, desde el que se divisan las pozas.

Aunque el espacio creado para lavar ropa es una construcción muy humilde, los entendidos la consideran "un ejemplar único y relevante" que debe ser puesto en valor. "Es un ejemplar único y muy relevante, más aún cuando la inmensa mayoría de estos lavaderos han ido desapareciendo por efecto del progreso de nuestras poblaciones y de Donostia en particular", señala Moraza.

Tras una reciente limpieza de la zona a cargo de Lantxabe, miembros de Aranzadi acudieron de nuevo al lugar para elaborar un informe y presentar las propuestas, que deberán ser analizadas por el Ayuntamiento.

Los entendidos explican que este tipo de lavaderos que aprovechaban los remansos de los ríos fueron evolucionado hacia otros más complejos, incluidos edificios completos, de los que hubo varios en Donostia.

Por ejemplo, la construcción que se levantó en Loiola con el objetivo de lavar la ropa se transformó en la actual casa de cultura. En Gros también hubo un edificio destinado a lavadero, ubicado en la zona del Txofre, que desapareció con el derribo previo a las actuales construcciones.

La llegada del turismo y los hoteles hizo que muchas mujeres tuviesen el trabajo de lavanderas en Donostia y, de hecho, hay una plaza en Loiola dedicada a ellas. Pero el lavado de la ropa era también una tarea más del hogar en todas las familias.