La ciudad de Donostia tiene dónde remojarse. Además de las tres playas situadas en plena ciudad, o cuatro si se cuenta la de la isla, la capital guipuzcoana esconde nada menos que 472 piscinas, la mayor parte de pequeño tamaño y ocultas a la vista de los ajenos a las distintas propiedades privadas donde se asientan. En el listado de 472 vasos en los que poder bañarse en agua dulce en los pocos días de calor que la naturaleza regala a Donostia se incluyen toda clase de piletas: desde las piscinas municipales hasta las privadas, tanto de comunidades de vecinos como de casas particulares, que son muy numerosas aunque de muy pequeño tamaño.

En los últimos tiempos, además, está surgiendo un nuevo tipo de piscina comunitaria, que se ubica en las azoteas de los edificios residenciales. Los nuevos bloques privados de Txomin Enea o los edificios del paseo del Urumea son dos ejemplos, aunque no son los primeros en la ciudad, ya que el barrio de Lorea ya cuenta con este tipo de instalación hace décadas. En la actualidad, hay cerca de 40 piscinas de comunidades de vecinos con más de 20 viviendas, tanto en las cubiertas como en zonas verdes.

El barrio de Aiete es el que cuenta con un mayor número de piscinas particulares, con cerca de medio centenar, pero no le van a la zaga zonas como Amezti, en Igeldo, donde hay cerca de una treintena; la falda de Ulia, donde se esconden otras tantas; o Ategorrieta, con unas 25. Las piscinas particulares también son abundantes en Miraconcha, con una veintena de ellas registradas. Otras zonas de la ciudad tienen muy pocas. En las casas de Ondarreta hay cinco; en el entorno de Erregenea, seis; en Egia, tres, y en Altza, otras tres. Barrios como el Centro, Gros o Amara no tienen piscinas particulares, con alguna excepción, como una situada al inicio de la cuesta de Aldapeta. Sí que existen, por ejemplo, las de centros deportivos o relacionadas con la salud, como las del balneario de La Perla, la de Hegalak, también en La Concha, o las de espacios de fisioterapia, como uno recientemente abierto en la calle Gloria, entre otras.

La mayor de todas las piscinas de la capital guipuzcoana es la municipal de Anoeta, con 50 metros de longitud, que se acompaña de otra más pequeña. Las demás municipales tienen en torno a 25 metros: Bidebieta, Intxaurrondo, Zuhaizti, Etxadi (interior y exterior), Benta Berri y Altza. Esta última aún no funciona ya que el nuevo polideportivo está en construcción tras el derribo del viejo. permisos

La concejala de Salud Pública, la socialista Marisol Garmendia, recuerda que para poder instalar una piscina en cualquier lugar es necesario un permiso de obra del Ayuntamiento y si, además, el vaso es para una comunidad de más de 20 viviendas, la tramitación requiere de un informe sanitario que redacta la oficina de Gestión Ambiental del Ayuntamiento. Las piscinas particulares para menos de 20 viviendas, como las de chalets y casas unifamiliares, pueden ponerse en funcionamiento con la licencia de primera utilización. Pero, según explica Garmendia, las de más de 20 viviendas "requieren un plan de autocontrol más o menos extenso en función del número de viviendas". Este plan debe ser aprobado por el Ayuntamiento y debe concretar cómo es el sistema de tratamiento de agua, qué productos químicos se utilizarán, cómo se limpiarán las instalaciones y qué controles se realizarán diariamente para asegurar la calidad del agua.

En total, en Donostia hay cerca de 40 piscinas comunitarias para más de 20 viviendas que tienen el citado plan de autocontrol, dice la concejala. "Si el resultado de una analítica de supervisión realizada por el Ayuntamiento es malo, la técnicoaresponsable se lo comunica a la comunidad y se intenta descubrir cuál es la causa y ponerle remedio", dice la corporativa, que añade que "en general no suele haber motivos para sancionar a las personas titulares de las piscinas privadas".

La responsabilidad de mantener las piscinas en buenas condiciones corresponde a la comunidad de vecinos o al titular de la piscina. Pero el Ayuntamiento debe controlar la situación. Para ello, hace análisis de agua e inspecciones de modo aleatorio, priorizando las piscinas de mayor uso. Además, pide anualmente las comunicaciones de apertura y las declaraciones de cumplimiento de todas las condiciones, además de revisar los planes de autocontrol que se modifiquen por cualquier circunstancia para garantizar que las piscinas están en condiciones.