ola, ¿las tarrinas de Ben & Jerry's traen cuchara?". "Buenas, vengo a recoger un paquete". "Ey, ¿dónde te dejo las chuches?". El letrero que todavía figura en la entrada y las estanterías repletas de DVD al fondo del establecimiento confirman que Videonet, en el barrio donostiarra de Gros, sigue siendo un videoclub. Las preguntas y comentarios de los clientes que se acercan en cualquier momento del día, en cambio, dicen lo contrario. Sin novedades desde el pasado mes de agosto y con casi todo su arsenal de películas a la venta por cuatro euros, este local, tras 20 años, encara sus últimas semanas como espacio de alquiler de filmes antes de convertise del todo en tienda de caramelos. Con esta transformación, una de las ciudades más cinéfilas se quedan sin un solo videoclub.

"Un día vino un repartidor de veintipocos años y se quedó alucinado por que hubiese tantas películas. No era capaz de entender el concepto de videoclub", cuenta Iñigo Arricaberri, propietario de Videonet y eficaz recomendador de filmes.

El modelo de consumo audiovisual poco tiene que ver hoy con el de hace dos décadas cuando, en junio de 2001, Iñigo comenzó su andadura en el local. La pandemia y el confinamiento han sido el golpe de gracia a un espacio que durante años formó a unas cuántas generaciones en el séptimo arte y que ya "no da para pagar el alquiler".

El otrora establecimiento repleto de estanterías cargadas de carátulas fílmicas ya no existe; ahora las películas tratan de sobrevivir entre chuches, patatas fritas y refrescos en una pequeña esquina -las novedades, todas ellas con al menos siete meses de antigüedad- y en el fondo del local, donde permanecen las películas que todavía no se han vendido. "Aún vienen socios a consumir los bonos que les quedan, aunque todos ellos padres de hijos y para arriba. Los jóvenes no se acercan", añade.

Netflix, HBO, Amazon Prime Video, Movistar+... con un click es mucho más cómodo acceder a una película. Algo que en tiempos de pandemia se premia todavía más si cabe. "Es cierto que con los packs de las plataformas tienes todo más fácil, pero hay muchas menos ofertas en novedades", apunta Iñigo. Por no hablar que el trato personalizado te lo da un algoritmo y no un experto cinéfilo: "Es triste que se acabe porque son muchos años y tienes clientes fijos con los que puedes hablar de cine, recomendar películas, comentarlas... Donostia es muy cinéfila y se nota, pero es un modelo muy difícil".

Aunque a cuenta gotas, estos fieles socios se siguen pasando por Videonet, como un joven con síndrome de Down que no falla a su cita cada sábado. "Ya le he dicho que esto se le va a acabar, pero me dice que, mientras quede alguna, él seguirá viniendo", relata Iñigo, dolido por tener que dejar de lado un negocio que le apasiona.

Con el final del alquiler en Videonet y la desaparición hace poco tiempo de la máquina 24 horas de películas de La casa del duende, en Intxaurrondo, Donostia se queda huérfana de videoclubs. Una ausencia que, tal y como asegura Iñigo, podría darse ya en todo Gipuzkoa.

Las cintas que antes podían alegrar o disgustar cualquier velada permanecen ahora inmóviles en su estantería, esperando que alguien se acuerde de ellas. Como los coleccionistas que parecen olfatear cualquier rastro de DVD en stock y acuden raudos y veloces en busca de joyas escondidas. "Una chica dio con una de estas pelis de serie B muy difíciles de encontrar. Me dijo que en Internet la ponen a la venta por 30 o 40 euros y de aquí se la llevó por cuatro", afirma el dueño.

De este modo, por el momento, la compra y el alquiler de filmes se mantiene junto al negocio de las chuches y la recogida de paquetes. Desde hace un tiempo Videonet también es punto de recogida de Seur. "Internet nos quita, pero también nos da", apunta resignado.

Quizás, a partir de ahora, para poder charlar con Iñigo sobre la última cinta de terror elevado, la nueva película de M. Night Shyamalan o el final de Tenet solo sea necesario acercarse a Videonet a por una Coca-Cola o a recoger el último envío de El Corte Inglés. Aunque no sea lo mismo, él seguro que está dispuesto a compartir su cinefilia.

"Un repartidor de veintipocos años quedó alucinado, no era capaz de entender el concepto"

"Es triste porque son muchos años y tienes clientes fijos con los que puedes hablar de cine"

Propietario de Videonet