l año pasado el centro cultural de Aiete de Donostia cumplió su décimo aniversario. En ese tiempo, los trabajadores han ido creando y habilitando un repertorio de espacios diferentes en el centro. En octubre de 2012 se inauguró el Rincón de la Ilustración, conocido también como Ilustratzailearen Txokoa o el Txoko de la Ilustración, con la colaboración de Donostia Kultura y Galtzagorri Elkartea. Iban Barrenetxea fue el primer ilustrador que expuso sus proyectos en el Txoko, y desde entonces, otros artistas clásicos y noveles han pasado por el mismo.

En el mundo de los libros, el trabajo de los escritores siempre ha sido reconocido. En cambio, el de los ilustradores ha quedado en la sombra, según cuenta Marta Ibáñez, directora del centro cultural de Aiete: "Vimos que los ilustradores eran artistas y hacían cosas mágicas, y eso de alguna manera había que ponerlo en valor". Crearon el Txoko de la Ilustración con la finalidad de dar a conocer a los propios ilustradores y sus trabajos, y para que el público disfrutara con ellos y de ellos.

Con mucho "cariño" y "dedicación", el pequeño rincón de la creación de Aiete ha ido cogiendo vida poco a poco gracias a los ilustradores que han mostrado sus obras. Entre ellos se encuentran el donostiarra Tomás Hernández Mendizabal; Elena Odriozola, ganadora del Premio Nacional de Ilustración en 2015; Antton Olariaga, un ilustrador clásico; Andrea Escargot, la artista que le da realismo a sus personajes con ayuda de papel y pegamento; Iñaki Martiarena, Mattin, que publica sus ilustraciones en periódicos, y otros muchos. "Les pedimos que traigan los trabajos más significativos y diversos", cuenta Ibáñez. Por eso, en cada armario y vitrina no solo se encuentran sus trabajos, sino que "muchos traen también sus materiales de creación, las cosas con las que se inspiran o enseñan toda su trayectoria, desde el primer trabajo hasta el último".

Aun así, Ibáñez subraya una de las piezas más importantes de la exposición del Txoko: las postales creadas por los propios ilustradores. "Normalmente, las difundimos por todos los centros culturales, y creemos que es una manera fácil de llevar el arte a casa del ciudadano y poner en valor a los creadores locales". Para ello, Ibáñez explica que siempre les piden dos postales diferentes, una en formato horizontal y otra en formato vertical. De este modo, "cada persona puede elegir el formato que más le guste, aunque pueden llevarse las dos a casa".

Tras la pandemia, el centro cultural estuvo cerrado durante algunos meses. Cuando por fin pudieron abrir las puertas del centro, "vimos que había una gran necesidad de un punto de encuentro, de evadirnos e irnos a otro mundo, y de expresarnos y encontrarnos", recuerda Ibáñez.

Por esa razón, explica que los talleres de ilustración siguen celebrándose, con el fin de crear espacios de participación ciudadana y satisfacer las inquietudes culturales ocultas de los ciudadanos. Siempre manteniendo estrictamente las medidas de seguridad impuestas por el covid-19.