rbieta, Zabaleta, Prim, Fermín Calbetón€ Son nombres de calles que los donostiarras pronuncian una y otra vez sin saber muchas veces a quiénes correspondieron. En las últimas décadas, los topónimos han dado nombre a gran parte de las nuevas calles de la ciudad, pero estas denominaciones de lugares empiezan a escasear y han vuelto últimamente las denominaciones dedicadas a personas, muchas de ellas mujeres, con el fin de compensar la casi exclusiva presencia de hombres en el callejero donostiarra.

En el barrio de Txomin, sin ir más lejos, el último que ha tenido que buscar nombres para las nuevas calles, hay vías urbanas dedicadas por ejemplo a la física y meteoróloga Felisa Martín Bravo, fallecida en 1979, o la bibliotecaria Concha Chaos, que lo hizo en 2014.

Escuchar las palabras Fermín Calbetón evoca la presencia de bares. Pero nada tiene que ver con las tabernas el personaje que dio nombre a esta vía, la más hostelera de toda la ciudad. Fermín Cándido Calbetón y Blanchón fue un abogado donostiarra, con ascendencia francesa, que nació en la calle Puyuelo (que después tomó su nombre) en 1853. Estudió derecho en Madrid y, tras ejercer como profesor, se trasladó a Cuba, entonces parte del reino de España, y fue profesor universitario en la isla. Tras ser elegido en 1884 diputado de un distrito cubano en el Congreso tuvo varios cargos públicos en el Gobierno y llegó a ser ministro de Fomento, adscrito al partido liberal.

También fue elegido senador por Gipuzkoa y, más tarde, senador vitalicio. En 1919, el año de su fallecimiento, el Ayuntamiento decidió darle su nombre a la calle en la que había nacido. En el número 30 hay un placa en su recuerdo.

La calle Urbieta, por su parte, una vía urbana céntrica del ensanche donostiarra, tiene el nombre de un militar del siglo XVI. Se llama así desde que fue trazada, en 1866, y está dedicada al militar Juan de Urbieta, que había vivido tres siglos antes. Urbieta había nacido y fallecido en Hernani y formaba parte de las tropas del emperador Carlos I, que le condecoró. La notoriedad de Urbieta tiene su origen en un suceso que tuvo lugar en la batalla de Pavia (1525) entre las tropas hispano-germanas y las francesas. El guipuzcoano, junto con el gallego Alonso Pita da Veiga y el granadino Diego Dávila, capturó al rey Francisco I de Francia, que escapaba a caballo, pero le permitieron salvar la vida, un suceso por el que adquirió mucha fama. Por otra parte, las crónicas de la época también hablan de que fue colaborador del comendador Villaturiel en la reconstrucción de las fortificaciones de Donostia. Dada su posición, tuvo una capilla propia en el claustro de la iglesia de Santa María.

La calle Zabaleta de Gros también está dedicada a un militar donostiarra, Manuel de Zabaleta, que fue coronel de milicias en Cuba y dio nombre a esta vía urbana en 1895. Zabaleta donó a su ciudad en su testamento una buena suma de dinero que fue a parar al convento de San Francisco, la Casa de Misericordia y el hospital San Antonio Abad, en la actual Parte Vieja, donde se concentró la nueva atención sanitaria de la época. Por lo visto, la donación de Zabaleta permitió a la beneficencia salir de su crisis y construir nuevas dotaciones.

Otro benefactor de la ciudad fue José Matía Calvo que nació en Llodio en 1806 y sirvió para bautizar la calle con más vida comercial del Barrio de El Antiguo. El comerciante fundó la empresa Matía, Menchacatorre y Compañía y se instaló en Cádiz, con una flota de fragatas que comerciaban con Filipinas. Falleció en Cádiz y ordenó construir dos asilos para mayores, uno en la Tacita de Plata y otro en Donostia, que abrió sus puertas en 1889. La ciudad se lo agradeció en 1891, 20 años después de su fallecimiento. El complejo Matia sigue siendo hoy un referente en la atención a las personas mayores.

La calle Prim, por su parte, es un agradecimiento de la capital guipuzcoana a quien fuera presidente del Consejo de Ministros de España y autorizó el derribo de las murallas que rodeaban la actual Parte Vieja. El catalán Juan Prim y Prats nació en 1814 y también fue militar, además de miembro de la nobleza. Participó en la I Guerra Carlista y tras la revolución de 1868 se convirtió un político influyente que trabajó para entronizar a Amadeo de Saboya. Finalmente, Amadeo I reinó durante dos años pero Prim no pudo verlo ya que fue asesinado antes de la llegada del nuevo monarca.

Ramón María Lili, que da nombre al último tramo del paseo junto al Urumea, en el lado de Gros, fue diputado provincial por el distrito de Bergara, ciudad en la que falleció en 1921. En 1904 renunció a seguir como gobernador tras negarse a sancionar la Ley Antialcohol, que consideraba una ley antiforal, contraria a los intereses de los vascos.

Además de políticos y militares, también la cultura empezó a tener su representación en el callejero donostiarra en el siglo XX. Secundino Esnaola, que da nombre a una calle de Gros, es uno de los primeros. Nacido en Zumarraga, Esnaola destacó por el canto y tras ser seminarista en Bergara se trasladó al Seminario Conciliar de Salamanca, donde creó y dirigió un coro. Tras 21 años allí volvió a Donostia a retomar su vida seglar e impartió clases de solfeo y canto en la iglesia de San Vicente. En 1902 fue nombrado director del Orfeón Donostiarra, un cargo en el que permaneció 27 años. Bajo su batuta, se permitió la entrada de mujeres y niños en el coro, una novedad que contó con la oposición de algunos sectores y que supuso un hito en la historia coral vasca.

El músico ganó distintos concursos de la época, también internacionales, y dio clases de solfeo y canto en la Academia Municipal de Música de Donostia. En su faceta de compositor, escribió algunos temas convertidos en clásicos de la música vasca como Loa loa, Amak ezkondu ninduen, Dringilindron, Matxintxo, Deun Ageda o Eusko Izkuntza.

La cultura popular vasca tiene también su representación. José Manuel Lujambio Retegui, más conocido como Txirrita, es el único bertsolari con el que cuenta el callejero donostiarra, concretamente en una de las calles más largas de Altza. Lujambio nació en Hernani en 1860 y falleció en Altza, donde hizo su vida, en 1936. El sobrenombre de Txirrita le viene del caserío del mismo nombre en el que residió en Errenteria durante un tiempo. Según los entendidos, Txirrita fue prototipo de bertsolari de antes, con pocos estudios pero muy ingenioso y gracioso, además de juerguista, comedor y bebedor. Su gran tamaño deja una estampa oronda que se ha plasmado también en dibujos animados. La escritora en euskera Katalina Eleizegi, por su parte, sirvió para denominar la calle principal del nuevo barrio de Puio.

También hay nombres que pueden llevar a la confusión. El paseo de Salamanca no se refiere a la ciudad castellana sino al Marques de Salamanca, presidente de una sociedad inmobiliaria y calle Legazpi tampoco está dedicada al municipio guipuzcoano, como sí otras de la ciudad como Hernani o Arrasate. En este caso, esta vía que sale de la plaza Gipuzkoa está dedicada a Miguel López de Legazpi, nacido en Zumarraga en los primeros años del siglo XVI, y considerado el conquistador de Filipinas, donde falleció en 1572.

El hidalgo guipuzcoano (su padre había luchado con las tropas de la Corona de Castilla) estudió leyes y fue concejal de su pueblo. Pasó después 21 años en México donde hizo Fortuna. Cuando Felipe II encargó ir a Filipinas a salvar a miembros de una expedición anterior fue puesto al mando a propuesta de Urdaneta, que era familiar suyo.

Y Urdaneta, que también tiene una calle en Donostia, desde Easo hasta Prim, también fue un navegante de renombre, que dejó para la historia la Ruta de Urdaneta o Tornaviaje. Oquendo fue otro marino del callejero donostiarra, al igual que Juan Sebastián Elkano, el más conocido de todos por ser el primero en dar la vuelta al mundo. La gesta del marino getariarra cumplió cinco siglos en 2019.

También es muy conocido el nombre de una de las pocas mujeres del callejero donostiarra del siglo pasado. Catalina de Erauso, la monja alférez, una de las pocas mujeres, junto con la reina Isabel II, a la que se dedicó una calle, concretamente en el barrio de Amara. La donostiarra, nacida a mediados del siglo XVI, tuvo una vida de película y varios libros y audiovisuales dan fe de ello. Fue monja, soldado y escritora y pasó sus aventuras vestida de hombre para no ser reconocida, según se cree, aunque también hay quien piensa que esta opción tuvo que ver con su identidad de género.

Politicos, militares y marinos son algunos de los nombres de calles de siglos pasados, en los que las mujeres eran menos que escasas