- La sociedad de ciencias Aranzadi, a la que el Ayuntamiento ha encargado informes para conocer la afección de la obra del faro en las aves, rechaza que haya sido negativa. “La situación no es diferente a la de años anteriores. La población de gaviotas es estable y su distribución en la isla no ha cambiado significativamente (llevamos estudiando a esta población desde 2005)”, dice Aranzadi, que añade que todos los años hay varias parejas que intentan criar en la zona alta, donde está el merendero. “Estos nidos normalmente no prosperan -dice Aranzadi- a causa de los trabajos de mantenimiento (podas y siegas) que se hacen cada año antes de verano”. Este año, a causa del COVID-19 y de las obras, “estas labores no se han hecho y hay algunos nidos que han salido adelante, sin más trascendencia a nivel poblacional por el bajo número de parejas” que son. Otras aves que se pueden ver en la isla, como el cormorán moñudo, no crían en la isla, solo se posan en las rocas, recalca.

Los expertos añaden que la poca presencia humana por el estado de alarma por la COVID-19 “justo en los periodos de puesta y ahora de cría ha sido un factor positivo”.

Por otra parte, como la isla es un lugar de presunción arqueológica, Aranzadi ha llevado a cabo sondeos con georradar, que no han certificado evidencias arqueológicas. Sobre el impacto paisajístico, la sociedad científica admite que la obra supone un cambio visual desde distintos puntos de la ciudad. “Se entiende que esta alteración tiene un carácter temporal y que su adaptación al entorno se lleva a cabo bajo el control de criterios ambientales y paisajistas, por lo que su impacto paisajístico en distancias lejanas se verá totalmente compensado”, dice.

Por otra parte, la obra de rehabilitación del interior del edificio ha sufrido un incremento del coste del 3% a causa de imprevistos, que fue aprobado el martes por la Junta de Gobierno. El coste de esta fase se sitúa en 1,5 millones y el plazo posible de obras se alarga hasta de 2021.