madera oscura y bien pulida por tantas manos y tantos años. Luces fluorescentes cegadoras, colocadas sin complicarse mucho la vida. Decoración que consiste en fotos sin enmarcar, recuerdos y evidencia de los años y clientes que han pasado, decoración no de una interiorista sino la que se ha ido formando con el paso de los años. Profundamente personal. Cada bar, con su historia. Una historia que se ve, se respira y se saborea.

Así son los bares de toda la vida, los bares que se llenan de donostiarras, los bares que todos amamos. Esto es una carta de amor a estos bares, o bien una carta de súplica a sus futuros dueños.

Hoy en día, está de moda la autenticidad y siempre me ha parecido que esta moda os queda muy bien a los vascos y a vuestros valores de toda la vida. Entonces, ¿por qué se están reformando todos los bares de Donostia como si fueran Dolly, esa oveja-clon condenada? Casi todos iguales, con una sensibilidad ya pasada de moda, más escandinava o, en el peor de los casos, un sinsentido de recopilación de cuadraditos de Instagram y Pinterest. ¿Por qué? Cuando hay tantas maneras de reformar un local histórico que van más allá de una capa de pintura blanca, todo el voltaje soportable por la caja eléctrica en iluminación barata, o muebles de Ikea. Ah, y que no se me olviden los azulejos que son malas copias de las malas copias del arte andaluz único que se hace a dos horas de aquí en avión.

Yo no soy de aquí, pero amo lo de aquí. Ruego a todos los que vais a coger las riendas de los bares de los que ahora se jubilan: cuando vayas a reformar tu bar, valora los toques de historia que tiene. Sácale brillo a su bonito pasado.

Si coges el bar Oñati de Gros, aprovecha esa fachada tan gloriosamente verde para hacer algo llamativo y con carácter nuevo.

En ese barcito de la calle Trueba (frente a Biteri), mantén esas farolas antiguas, aunque las pintes de blanco.

En el San Marcial, aprovecha el hierro forjado? ¡no se te ocurra tirarlo!

No lo digo para satisfacer ninguna nostalgia, ni mucho menos porque crea que mis gustos son los de todo el mundo. Lo digo para que haya una coherencia en la historia de los bares y locales de nuestra ciudad. Lo digo porque me encantan las cortinillas del bar Haizea. Lo digo porque, al final, sois gente de tradición, y gusta más un bar con xarma de toda la vida que cualquier otro con detalles de cobre y taburetes que hemos visto mil veces en Madrid, Londres y páginas baratas de muebles en Internet.

Lo digo porque será bueno para vuestros negocios. Y porque dentro de diez años seguirán luciendo en vez de pasarse de moda.

Mira, el mejor ejemplo que se me ocurre: La Espiga. Han mantenido la señalética original (¡y mira qué bien les queda!). El suelo se reemplazó, sí, pero arrastraron la acera hexagonal de las calles de Donostia hacia dentro. El clásico tono oscuro de madera se ve en todo el bar, pero con líneas rectas y modernas. No les hace falta decoración extra para distraer a los clientes -los pintxos de la barra son el mejor adorno-. Hay otros ejemplos: Gerald’s bar en Gros, Ganbara? Bares en los que una reforma no ha significado borrar todo y empezar de cero.

Por favor, por lo menos pensémoslo dos veces antes de tirar las paredes y, con ellas, la historia de esta ciudad. No nos dejemos cegar por esas luces fluorescentes, que en verdad representan algo bonito: un referente de los bares de aquí y de una época que se va borrando.