donostia - La Parte Vieja donostiarra está siendo escenario de abundantes cambios en los últimos tiempos, muchos de ellos relacionados con la hostelería. El bar Barandiarán, uno de los centros de reunión de público más variado de la ciudad, ha cerrado sus puertas tras 70 años de actividad. Pero no es el único, otros bares con largas décadas a sus espaldas están cambiando de manos en los últimos tiempos. Por ejemplo, el Tiburcio, que ahora depende de otros gestores, el Alberto o el Ttun Ttun. También cerró el Rekalde, de la calle Aldamar, aunque sus responsables han abierto otro bar en Gros, y lo hará el Ensantxe, tras la compra del edificio. Otros, como el Itxaropena, también reabrirán con novedades.

El Barandiarán, que era gestionado en régimen de arrendamiento, ha sido adquirido por otra empresa y dejará de llamarse Barandiarán, ya que quienes han sido los titulares han registrado la denominación. El nuevo local tampoco mantendrá los dos escudos familiares de la cristalera de la calle Mayor (los blasones de los apellidos Barandiarán y Aguirre de los fundadores), que serán retirados, ni tampoco el característico cartel de neón con el nombre. Pero sí las llamativas vidrieras.

“El mantenimiento de las ventanas y el mármol fue casi una pelea personal”, explica Javier Santacana que, junto a sus hermanos María José y Lourdes se han ocupado del bar en los últimos tiempos. Al equipo se añadieron también los hijos de Lourdes, ya fallecida, Ignacio y Fernando. Javier recuerda que a finales de los años 90 el aspecto estético del bar-cafetería estuvo a punto de alterarse a causa de las normativas municipales. “Querían que se quitasen las amplias ventanas para alinearse con las de la fachada y retirar el mármol. El cambio de las ventanas hubiera supuesto la desaparición de las vidrieras y no estábamos dispuestos”, recuerda el hostelero.

pleno adelantado Para aprobar la nueva norma, recuerda, se iba a celebrar un Pleno, que fue adelantado con aviesas intenciones, según cree. “Sin embargo, nos enteramos, nos presentamos en la sesión y finalmente el Ayuntamiento tuvo que cambiar de criterio y finalmente se mantuvo la fachada y las vidrieras”, explica con satisfacción.

Estos días, los hermanos Javier y María José Santacana recogen y se despiden de un bar que ha dado desde desayunos hasta meriendas y copas nocturnas, y que ha sido centro de reunión para trabajadores del Ayuntamiento, oficinas del centro, comerciantes de la Parte Vieja, políticos locales y miembros de las compañías de teatro que actúan en el cercano teatro Principal, entre muchos otros. Ellos, donostiarras de todo pelaje y cada vez más turistas, han compuesto un público variopinto, que ha ocupado el local en los últimos años. La barra, antaño ocupada por algunas banderillas, ha expuesto en los últimos años grandes cantidades de pintxos, como se estila ahora en el barrio koxkero,

“Este último verano, sin ir más lejos, aquí ha habido veinte personas trabajado”, dice con pena Javier, que recuerda que el Barandiarán abrió como bar restaurante en un local contiguo que es ahora un salón de juegos. Posteriormente, arrendó el actual local a la familia Barandiaran, propietaria del inmueble, que, a pesar de la coincidencia con el apellido, no forma parte de la parentela. En 1968 la familia vendió el local que era de su propiedad y se quedó en el alquilado. Hasta el pasado 26 de febrero, cuando se dio la última vuelta a la llave del bar. Hasta que se reabra.

María José, el rostro más conocido del local detrás de la barra, no oculta su tristeza por el cese de la actividad, que ha coincidido con el reciente fallecimiento de su madre, Ramoni, que era la titular del arrendamiento. Después de tantas horas al pie del mostrador, se le hace extraño disfrutar de algo de tiempo libre, hasta que dé inicio a una nueva etapa.