radición, devoción y compromiso volvieron a darse la mano ayer en las faldas del monte Aloña. Como cada 9 de septiembre, Arantzazu acogió la festividad de la patrona de Gipuzkoa, que este año coincidió con el 70º aniversario de la colocación de la primera piedra de la actual basílica, convertida en un verdadero emblema de la renovación del arte religioso en el siglo XX.

Condicionado por la pandemia de COVID-19, el programa festivo se vio reducido a la misa mayor que tuvo lugar al mediodía. Se evitaron las aglomeraciones y la afluencia de público fue menor que otros años. Con una cuidada organización, un nutrido grupo de voluntarios se ocupó de recoger las invitaciones que permitían el acceso al santuario -se prepararon 500 pases dentro de un aforo que en condiciones normales tiene capacidad para unas 1.500 personas-, así como de proporcionar el gel hidroalcohólico para lavarse las manos.

Fue una celebración sobria que prescindió del resto de ingredientes que aderezan el día grande de Arantzazu. Entre otras cosas, la banda de música de Oñati no interpretó su concierto, no se llevó a cabo la peregrinación a pie que realizan los oñatiarras entre cánticos, silencios y oraciones, y tampoco se recibió a las autoridades con el aurresku de honor. Estuvieron presentes, no obstante, el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, la portavoz foral Eider Mendoza, la diputada de Proyectos Estratégicos, Ainhoa Aizpuru y la presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejeria, además de los ediles del PNV de Oñati.

A pesar de las restricciones para detener el coronavirus, numerosos fieles no perdonaron su cita con la virgen del espino. Muchos, incluso, protagonizaron su particular peregrinaje y recorrieron, a su ritmo o en grupo, los nueve kilómetros hasta la basílica. Otros aprovecharon la jornada para disfrutar de los parajes verdes y rocosos del entorno.

El templo abrió sus puertas a las 11.00 horas para favorecer la entrada escalonada a la misa. La homilía corrió a cargo de Unai Manterola, en sustitución del obispo José Ignacio Munilla, que hizo un guiño a la efeméride de los 70 años del acto en el que se colocó la primera piedra que abrió la veda a una de las grandes obras arquitectónicas del Estado. La festividad de la amatxo de Gipuzkoa fue diferente. Más sencilla de lo habitual pero igual de sentida.