El fotógrafo que conversa con la luz y convierte la montaña en magia
El arrasatearra Aritz Gordo expone en Oñati una colección de sus imágenes hasta el próximo 23 de noviembre
Hay fotos que se contemplan y otras que se viven. Las de Aritz Gordo pertenecen a esa segunda categoría: huelen a amanecer, están hechas de viento, frío y adrenalina, y laten con el esfuerzo de quien las persigue. Basta escucharlo hablar para entenderlo. Se le ilumina la mirada, gesticula y deja escapar una sonrisa que delata que disfruta como un niño cada vez que aprieta el disparador. “Llevo 25 años con la cámara –dice–, y sigo sintiendo lo mismo. La fotografía me da libertad y energía. Me divierto muchísimo”, asegura este arrasatearra.
Estos días expone en la Kultur Etxea de Oñati, dentro de la Mendi Astea que organiza la sección de montaña del Aloña Mendi. Una muestra que sirve de excusa para descubrir lo que hay detrás de sus imágenes: planificación, aventura y mucha pasión. Cuarenta instantáneas realizadas a lo largo de los últimos doce años que captan la esencia de amaneceres imposibles, tormentas sobre montañas míticas o cielos que parecen salidos de un sueño, pero, sobre todo, reflejan el trabajo que hay antes del clic.
Una marca personal
Aritz fue deportista antes que fotógrafo. De ahí nació su primer acercamiento a la cámara. “Empecé con el surf y los eventos deportivos –recuerda–. Los primeros diez años fueron de aprendizaje, de probar e, incluso, equivocarme. Hasta que entendí que quería ir más allá: aportar un valor añadido a cada imagen”. Así comenzó a construir su marca personal.
Esa búsqueda lo llevó a unir cuatro elementos que son sus compañeros de batallas: la fotografía, la naturaleza, el deporte y la acción. Su trabajo destaca por una planificación minuciosa y por una obsesión casi científica con las condiciones lumínicas. “Encontrar una luz bonita es el 80% del resultado”, precisa. Lo demás es estar en el lugar y momento adecuados. Y para lograrlo, hay que esforzarse: levantarte a las tres de la mañana, abrigado con un plumas y un frontal, sin saber qué te espera en la cima; andar cuatro horas con el saco de dormir a la espalda… Pero cuando aparece la Vía Láctea sobre la Brecha de Rolando, “se te olvida todo”, afirma.
Este aventurero arrasatearra orquesta cada toma con precisión de relojero. Estudia la meteorología, la posición de la luna y las estrellas, anota cada localización y se envía notas de voz. “Tengo un grupo de 'WhatsApp' conmigo mismo”, se ríe.
Así es como inmortaliza imágenes, incluida la del doble arcoiris sobre el Aizkorri, en una noche en la que una tormenta lo pilló junto a la cruz. “Me cayó un rayo al lado, la cámara se apagó, hacía un viento terrible…; saqué la batería, la metí de nuevo, se encendió y conseguí hacer la panorámica. ¡Qué subidón!”, rememora.
A veces la épica se mezcla con la calma, como en la subida al Comodoto en el Valle de Pineta junto al ciclista atxabaltarra Markel Uriarte, con quien comparte viajes y una gran amistad. “Con Markel tengo una conexión increíble. Ir con deportistas que son profesionales en lo suyo es un plus; aporta ritmo, fuerza y complicidad a cada momento. Una de mis fotos favoritas la hice con él ese día en el descenso", resume.
Premios en su palmarés
Su forma de trabajar está marcada por el perfeccionismo: la luz, la composición y la historia son siempre lo que manda. De hecho, su método ha dado frutos. Entre muchos reconocimientos que engrosan su currículum, este año ha recibido el Premio EITB a la mejor fotografía de Euskal Herria, dentro del concurso internacional CVCPHOTO que convoca el Club Vasco de Camping de Donostia, donde otra de sus magníficas instantáneas se situó entre las 15 mejores.
"Udalaitz es mi estudio de fotografía. Me lo conozco tan bien que podría subir sin frontal"
Pero Aritz sabe que el riesgo forma parte del juego. “Me encanta llegar al punto en que la gente duda si una foto es real. Cuando lo consigo, sonrío y pienso: ¡qué bien ha salido!”, cuenta. Entre sus fotografías más reconocibles –de las 60.000 a 70.000 que realiza cada año– se encuentra una escena en Udalaitz con el corredor de montaña Ibai Larrea, también premiada y que forma parte de la muestra de Oñati. “Udalaitz es mi estudio de fotografía. Me lo conozco tan bien que podría subir sin frontal. Me encanta cuando las nieblas bajas lo envuelven, dejando solo la cima a la vista. Es mágico”, señala.
Aurora boreal, nieblas, hayedos, corredoras de montaña...
En la exposición se pueden ver el espectáculo de la aurora boreal que Aritz y varios amigos capturaron en Islandia; la Vía Láctea sobre los Pirineos; amaneceres nevados; lunas espectaculares; escenas de acción con ciclistas y corredoras de montaña como Ainara Uribarri, Ainara Urrutia u Oihana Kortazar; y paisajes íntimos en hayedos o bañados de niebla. Su sello personal se refleja, además, en la manera en que se integra en el paisaje. Muchas veces, él mismo aparece en las imágenes, en mitad de la montaña o bajo el cielo estrellado. “Siento que estoy dentro de la aventura”, comenta. Y es que, junto a trabajos con marcas y encargos, el 98% de lo que hace, como él mismo explica, “son retos propios” que recrea, revelando cada paso de su fascinante proceso.
La cita en la kultur etxea es hasta el 23 de noviembre. Un recorrido visual que condensa desafío, emoción y esfuerzo, y que demuestra que, detrás de cada foto de Aritz Gordo, hay una historia que merece ser contada.