El servicio de psiquiatría infanto-juvenil de Osakidetza en la comarca del Bidasoa atraviesa una crisis que, según las familias afectadas, parece lejos de encontrarse solucionada. A pesar de que la unidad cuenta desde septiembre con una nueva especialista, aseguran que la medida es simplemente “un parche”, y continúan movilizándose para recibir respuestas “reales” a sus demandas y necesidades.

Cabe recordar que el conflicto comenzó el pasado mes de marzo, cuando el psiquiatra infantil titular solicitó una excedencia. Su marcha dejó sin atención a alrededor de 600 menores que dependían de esa única plaza en toda la comarca. 

El intento inmediato de Osakidetza por sustituirle fracasó, ya que según reconocieron entonces desde la administración sanitaria no había especialistas disponibles en las listas de contratación, y tampoco recibieron respuestas a los anuncios publicados

Traslado a Donostia

La alternativa aplicada durante los siguientes seis meses fue la derivación de una parte de los pacientes al servicio de psicología de la OSI del Bidasoa, y la del resto al Equipo de Psiquiatría del Niño y Adolescente (EPI) de Donostialdea, en el ambulatorio de la Bretxa. Allí tres profesionales asumieron  la asistencia de los menores, pero, según señala Igor Medrano, portavoz de las familias afectadas, lo hacían fuera de su horario, en una atención descrita como “voluntaria y limitada”. 

En este sentido, relata que incluso a veces se les citaba únicamente para informarles de que las agendas seguían cerradas. "Para muchas familias suponía un trastorno enorme a nivel logístico. Y muchos días, tras organizar traslados y sacrificar horas laborales, llegabas allí para nada", lamenta, recordando que al mismo tiempo se saturó el área de psicología del propio centro de Irun.

El malestar de los y las usuarias afectadas derivó pronto en movilizaciones. En mayo llevaron al Pleno del Ayuntamiento de Irun una moción que reclamaba recuperar el servicio de forma inmediata, así como que se adoptaran medidas extraordinarias para cubrir la plaza, se garantizaran recursos suficientes y se elaborara un plan estable que evitara que aquella situación se repitiera.

En paralelo, presentaron un escrito al Ararteko, en el que recogían sus peticiones y necesidades. “Pero la respuesta se limitó a replicar lo que decía Osakidetza”, recuerda Medrano.

Continúa el malestar

Finalmente, la plaza vacante dejó de estarlo el pasado 22 de septiembre gracias a una OPE de difícil cobertura. Esta contratación ha ayudado a aliviar una situación insostenible, pero las familias insisten en que no soluciona el verdadero problema: la extrema fragilidad del servicio. "Si mañana esta profesional pide una baja o se marcha, volvemos al punto de partida", explica Medrano, quien recalca que Osakidetza ya ha reconocido la existencia de "un déficit importante de personal profesional sanitario", y de forma "muy notable" en psiquiatría infantil.

Además, los apoyos adicionales que activaron durante la suspensión del servicio se han retirado sin ofrecer alternativa. "La enfermera que se puso para apoyar al servicio ya no está” y la plaza administrativa exclusiva para el área infanto-juvenil "ha sido eliminada", exponen. Esto no solo genera más saturación y dificultades de gestión, sino que está afectando al control clínico básico de menores en tratamiento. "Hay pacientes medicados que no están teniendo los controles de peso y tensión. Algunos lo hacen en Pediatría y otros directamente no lo llevan a cabo. Esto es gravísimo", alerta el portavoz.

Foto de una de las movilizaciones realizadas por las familias afectadas. N.G.

Tampoco ha mejorado la comunicación con los centros educativos, algo que consideran indispensable: "Seguimos sin un contacto fluido y formal entre el centro de salud y los centros educativos de la comarca", advierte. Sin esa coordinación, añade, se pierde la mitad del trabajo que resulta imprescindible para garantizar el bienestar de los y las menores.

Necesidad de un servicio de apoyo

Otro problema que señalan es la convivencia de niños y niñas con personas adultas en las salas de espera antes de entrar a la consulta. "Los menores pueden asustarse o confundirse si ven a adultos muy nerviosos o alterados, y los adultos requieren intimidad y calma. Necesitan ambientes diferentes, un lugar tranquilo y seguro", apuntan.

En la misma línea, afirman que echan en falta un servicio de apoyo a las propias familias, al que puedan recurrir para adquirir herramientas a la hora de hacer frente a las crisis que pueden sufrir sus hijos e hijas, y para recibir otro tipo de asistencia.

Ante esta situación, las familias han trasladado ya al Ararteko que consideran "insuficiente" la respuesta institucional y que no aceptarán que el expediente quede archivado “como si todo estuviera solucionado”. Solicitan "la emisión de una recomendación formal" para que Osakidetza desarrolle un protocolo específico de contingencia que garantice que el servicio no volverá a cerrarse. 

También reclaman un plan estratégico para atraer especialistas a plazas de difícil cobertura y, sobre todo, cumplir con lo prometido: la habilitación de una segunda plaza de psiquiatría infanto-juvenil de la que se habló en el Pleno del 30 de mayo. "Es la única forma de garantizar una atención estable», recuerda Medrano, que sin embargo aclara que “quizá esa segunda plaza sea la que ha cubierto ahora la nueva especialista”. En este sentido, denuncia que las familias no reciben información clara por parte de Osakidetza. “Nos enteramos de las cosas que se hacen por la prensa, pero no sabemos qué se va a hacer a corto plazo”. 

Por último, aclaran que sus reivindicaciones actuales no buscan generar alarma, sino evitar que la situación vivida este año vuelva a repetirse. “Queremos soluciones de verdad, no solo parches” zanjan.