En estos tiempos en los que todo es consumir y contaminar a toda velocidad, los ayuntamientos de Urretxu y Zumarraga premian a los vecinos que se toman su tiempo para realizar una actividad que es un homenaje a la naturaleza y la belleza: premian a los urretxuarras y zumarragarras que decoran con flores las entradas de los caseríos y las ventanas y los balcones del casco urbano.
Los ayuntamientos premian todos los años a 16 vecinos: tres baserritarras de Urretxu, otros tres de Zumarraga y diez vecinos que residen en el casco urbano (cinco por cada pueblo).
Los tres baserritarras de Zumarraga premiados este año son Marijose Zubillaga Azpillaga (Oraa-goikoa), Blanca Epelde Egiguren (Zumakorta) y Lourdes Etxaniz Aranburu y Fermín Goenaga Epelde (Landaburu).
Los tres baserritarras de Urretxu premiados son Milagros Aranburu Etxabe y Jesús Plazaola Aranguren (Beain), María Isabel Lizarazu Irastorza (Beain) y Nekane Egia Etxebarria (Larrea).
En cuanto a los vecinos que viven en el casco urbano, los cinco zumarragarras premiados son María Victoria Aranguren Aranzabal (Izazpi 14, 1D), Izaskun Etxaniz Egaña (Esteban Orbegozo 7B-bajo), Lourdes Idiakez Plazaola (Secundino Esnaola, 5 3F), Ana Arranz Apaolaza (Secundino Esnaola 32-3D) y María José Calabor Fincias (Plaza Navarra 1-3A).
Los cinco urretxuarras premiados son Rosa Mari Lizarralde Gabilondo, (Ipeñarrieta 24-3B), María Luisa Orikain Berasa (Iparragirre 50-1B), Josune Zialtzeta Eizmendi, (Labeaga 3, 1º izquierda), Ana Velasco Mondragón (Ipeñarrieta 24-2ºB ) y Juana Fernández Refoyo y José Andrés Iza Maiza (Areizaga 14, 5º izquierda).
Parque botánico
Los ayuntamientos premian todos los años a Etxaniz y Goenaga y no es de extrañar. Han convertido el camino de acceso a Landaburu y la entrada del caserío en un parque botánico. Etxaniz comenta que ama la naturaleza y siempre le han gustado las flores. “La afición me viene de madre. Le gustaban mucho las flores y las plantas y cuando ya no pudo encargarse de ellas, le tomé el testigo”.
Tienen flores y plantas ornamentales y medicinales. “Yo me encargo de las ornamentales y Fermín de las medicinales. Tenemos geranios, gladiolos, begonias, jazmín, dalia, melisa, pasiflora, lavanda, romero, tomillo, luisa (en homenaje a mi madre, que se llamaba así)…”.
Todos los días les tienen que echar un vistazo: quitar las hierbas, quitar las que se han marchitado, regarlas… pero no lo consideran una carga, sino un modo de vida.
Gracias a su labor, el pueblo es un poco más bonito. “En el camino de acceso tenemos algunas flores y plantas y la entrada al caserío es el no va más. Estos días, con la bruma, lucen más que nunca. Los colores destacan mucho más y ellas están mucho más a gusto. Es un lugar especial, cuidado con amor, porque amamos la naturaleza. Las flores y las plantas nos dan vida y alegría. Ver semejante belleza al lado de casa, nos llena”.
Los vecinos del casco urbano lo tienen más difícil, pero también consiguen grandes resultados. Por ejemplo, Lourdes Idiakez. “Cuando era niña, veía a mi madre y a mis tías cuidar de las flores. A mí me costó empezar en ello. Lo hice cuando mis hijos tenían ya 5 o 6 años. Les metía en la cama e iba al balcón a regar las flores. Era mi momento”.
Desde entonces, no lo ha dejado. “No exige un gran trabajo y es muy satisfactorio. Solo hace falta ser constante. Además, nuestra casa es ideal, pues tiene mucha luz. Hoy en día suelo plantar geranio hiedra”, comenta.