El sábado, a las 22.00 horas, Burdina Taldea de Andoain, pondrá en valor el embarcadero del río Leitzaran y recordará el sonido característico de la fragua en la que se construían anclas.
Para ello, el acto comenzará con una txalaparta que será tocada por el grupo Maizorri con hierros para lograr música con timbres metálicos. Unos dantzaris ofrecerán una danza acompañada por sonidos y luces. Además, una bertsolari de Punttuka, la bertso eskola de Andoain, dedicará unas estrofas al patrimonio cultural e histórico del municipio.
Para terminar, tomarán la palabra miembros de Burdina y se repartirá entre los asistentes, gratuitamente, un ejemplar del libro que han editado sobre el embarcadero de Aingurasutegi.
En dicho trabajo se habla sobre la posible existencia de un pequeño embarcadero en el barrio de Zumea. Este embarcadero se habría situado en el río Leitzaran, muy cerca de la ermita de Santa Cruz y se habría utilizado para el transporte de las anclas fabricadas en el taller Aingurasutegi.
Historia del embarcadero
Desde este embarcadero salían balsas para transportar por el río Oria las anclas hasta la localidad costera de Orio y también se utilizaba para recibir en Andoain los materiales con los que fabricarlas.
Según se aprecia en el libro, en un grabado realizado en 1891 por Ángel Pirala (Andoain) se distinguen dos pequeños salientes con forma triangular en la orilla izquierda del río Leitzaran, aguas arriba de la ermita, junto a las escaleras de acceso a un lavadero. Esta ubicación estaba muy próxima a Aingurasutegi. El espacio intermedio entre los dos salientes pudo haber estado relleno de piedras, formando una rampa de carga o embarcadero, el de Zumea.
En el dibujo se ven que las dos paredes triangulares estaban ya muy deterioradas, sin ningún relleno entre ellas. El muro probablemente se levantó después de que el embarcadero fuera abandonado, rellenando con tierra ese espacio.
Aingurasutegi: fábrica de anclas
Por otro lado, en Andoain existen testimonios de una fragua ancorera. Se trata de Aingurasutegi, cuyo edificio estuvo ubicado “a poco más de 100 metros de la desembocadura del Leitzaran en el Oria, en el interfluvio, en el barrio andoaindarra de Zumea, a la altura del número 4 de la calle Aingurasutegi”. Esta calle antes se conocía como calle Áncoras, pero los primeros registros del nombre Aingurasutegi (fragua de anclas) se tienen desde 1813.
Por ello, Burdina Taldea colocó en ese lugar un ancla cedida por Gordailua, centro de Colecciones Patrimoniales de bienes muebles de Gipuzkoa, para marcar el punto donde se cree que se encontraba la fragua.
De hecho, según testimonios recogidos en los años 90 del siglo pasado por Amaia Usabiaga “Aingurasutegi era una casa muy antigua y famosa por las anclas que se hacían en ella”.
Industria
“En Euskal Herria las anclas no se fabricaban en ferrerías movidas por agua, sino en fraguas específicas con forja manual”, se puede leer en el documento que repartirán.
Hubo importantes factorías, como la de Fagollaga en Hernani, y también establecimientos más humildes que elaboraban anclas de menor tamaño. Entre estos últimos se encontraba la fragua andoaindarra de Aingurasutegi.
“Las anclas vascas estaban fabricadas con hierro de procedencia vizcaína (Somorrostro). Era más dulce, dúctil y maleable que el de las anclas de la competencia (Flandes), que era más agrio y frágil. Además el hierro vizcaíno era más fácil de soldar por forjado”, se especifica en el libro.
“A finales del siglo XVIII, la fabricación de anclas en Gipuzkoa comenzó a decaer, hasta casi desaparecer a mediados del siglo XVIII. Puede suponerse que Aingurasutegi cesó su actividad en ese periodo, hacia 1800”, se recoge en el trabajo editado por Burdina.
Una fábrica de anclas consistía en un pabellón en cuyo interior había dos fraguas y un yunque, sobre el que se realizaba el forjado de las piezas. Además disponía de varias grúas y pescantes, carboneras, almacenes, etc.
Una vez formadas y cargadas las balsas en el embarcadero de Zumea, habrían bajado por el Oria hasta la presa de Azpikoerrota. Su paramento aguas abajo, o al menos parte de él, tendría la inclinación adecuada para permitir el descenso de los troncos.
Hasta llegar a Lasarte se encontrarían con alguna otra presa, con rampas similares a la de Azpikoerrota. Una vez atravesado Lasarte, el río Oria ya era navegable hasta Orio. Las anclas, después de ser descargadas en dicha localidad, habrían sido conducidas hasta los astilleros.