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Iñaki Kerejeta: de la discoteca a la parada de taxis de Zumarraga para ir a Murcia a ver a la Real

La peña Musti Taldea homenajeará a este realista, por sus 50 años como socio

Iñaki Kerejeta: de la discoteca a la parada de taxis de Zumarraga para ir a Murcia a ver a la RealAsier Zaldua

La peña realista de Urretxu y Zumarraga, Musti Taldea, brindará el viernes un más que merecido homenaje al urretxuarra Iñaki Kerejeta Atxunberri. Kerejeta va a cumplir 50 años como socio de la Real. Estuvo en Gijón y en la final de Zaragoza y, como buen forofo, ha cometido alguna que otra locura. La anécdota que protagonizó con su amigo Txikia no tiene desperdicio: salieron de la discoteca Zodiak de Ezkio, subieron andando Eitzaga, se ducharon, cogieron un taxi y se fueron a Murcia a ver a la Real.

Fue el párroco de Urretxu, Don Santiago, el que provocó que Kerejeta empezara a seguir a la Real. “Yo era monaguillo y Don Santiago sorteaba entradas para ir a Atotxa entre los que se portaban bien. A mí me tocaron dos veces: una para ir a ver un partido de la Real contra el Eibar y otra para ver una etapa de la Vuelta a España que finalizó en Atotxa. Recuerdo que ganó Bahamontes”. 

El urretxuara no hizo una gran carrera en la Iglesia: le echaron por revoltoso. Don Santiago no acertó: regalaba entradas para enseñar a los niños que portarse bien tiene premio, pero con Kerejeta lo único que consiguió fue que se aficionara a la Real. “Desde entonces, soy de la Real. También me gusta mucho la pelota. Bueno, me gustan todos los deportes. Sentado, ¡eh! Practicarlos no me gusta tanto”.

Hace 50 años decidió hacerse socio de la Real, junto con varios amigos de su cuadrilla: Jesús Elgarresta, Ángel Mari Pozueta, Txomin Enatarriaga, Aniceto Mujika, Luis Ángel Madariaga...

El recuerdo de Atotxa

La Real jugaba en Atotxa, un campo que le encantaba. “Al principio veíamos los partidos tras la portería situada en el lado del mercado de frutas, después tras la portería del lado de la torre de Atotxa y finalmente frente al palco, sentados. Este último sitio era muy bueno. Los partidos se veían muy bien. Atotxa es el mejor campo de fútbol que he conocido. Era pequeño, pero qué ambiente... Los espectadores estábamos encima de los jugadores y los rivales escuchaban todo lo que les decíamos. La valla estaba a un metro del terreno de juego y los futbolistas se daban cada golpe... También recuerdo el barro. El terreno de juego siempre estaba embarrado”.

Anoeta es más cómodo, pero más frío. “Estamos en el centro, frente al palco presidencial. Tenemos un sitio cerrado para nosotros, una especie de palco. Nos sentamos todos juntos: Enatarriaga, Pozueta y su familia...”.

Ha visto a todos los grandes jugadores que han pasado por la Real durante este último medio siglo. “Decían que Aldridge era mayor, pero cuántos goles metía... Satrústegui, López Ufarte, Arconada, Bakero... Cuando ganamos la Liga, teníamos muchos grandes jugadores. Son rachas. Es muy difícil conseguir un equipo tan bueno como aquél. Durante estos seis últimos años también hemos andado muy bien, aunque la última temporada no ha sido tan buena. Oyarzabal, Zubimendi, Remiro, Brais... son buenos jugadores. Becker también me gusta. Sergio Francisco dice que hay una buena base. A ver si es verdad”.

Ha visto cientos de partidos, en Donostia y fuera de Donostia. “Solíamos ir a Zaragoza, Logroño, Burgos... También a Bilbao y a Pamplona, claro. Estuvimos en Gijón y en la final de Copa de Zaragoza. A Gijón llevé el txistu e hicimos una kalejira. También he estado en Inglaterra, Francia y Portugal”, recuerda.

Viaje a Murcia

Y en Murcia. Es un destino con menos pedigrí futbolístico, pero los buenos aficionados siguen a su equipo allá donde va. Pocos podrán presumir de haber pagado un viaje en taxi a Murcia para ver a la Real. La anécdota es fabulosa. “Estaba de juerga con mi amigo Txikia (Francisco Javier Andueza), una gran persona. Convencimos a alguien para que nos llevara a la discoteca Zodiak de Ezkio, pero luego no encontrábamos a nadie que nos quisiera llevar a casa. Nadie quería volver todavía. Así, nos pusimos a subir el puerto de Eitzaga andando. Eran cerca de las siete de la mañana, estábamos llegando a Eitzaga, y Txikia me dijo ¿A que no vamos a Murcia?. ¡Vamos!, le respondí. Era sábado por la mañana y ese día tenía cena con la familia en el restaurante Jai Alai de Urretxu. Me los encontré en el mercado de Zumarraga y les dije que no iría a la cena. Fuimos a casa, nos duchamos y nos dirigimos a la estación de Zumarraga a coger un taxi. Antes de montar le preguntamos al taxista cuánto costaba ir a Murcia, pero la verdad es que nos daba igual. Hubiésemos ido de todas formas”, recuerda.

La idea fue bastante peregrina y el viaje estuvo a la altura. “Paramos a comer en el camino... ¡y nos juntamos con una familia de Zumarraga que estaba comiendo en el mismo lugar! ¿Qué hacéis por aquí?, nos preguntaron. Vamos a Murcia a ver a la Real, con taxista y todo, les respondimos”.

Hace 40 años ir a Murcia era toda una odisea. Las carreteras eran mucho peores, por lo que se tardaba mucho más en llegar. Así, decidieron hacer noche en el camino. “Nos metimos los tres en un cuarto. El taxista cogió la cama del medio. A la mañana siguiente nos llamó de todo, porque no le habíamos dejado dormir con nuestros ronquidos. No fuimos al bingo del hotel para poder dormir lo suficiente y luego no le dejamos dormir...”.

Iñaki Kerejeta, con su hermano Juan Manuel y varios miembros de la peña Musti Taldea, que le regalaron una camiseta dedicada por Oyarzabal, Remiro e Imanol.

En una de esas, por fin llegaron a Murcia. Tras comprar las entradas para el partido, fueron a comer. “Nuestro taxista dejó el taxi en el aparcamiento del hotel y cogimos otro taxi. Le dijimos al taxista que nos llevara a un buen restaurante y nos llevó a El rincón de Pepe”.

Tras ponerse las botas, se dirigieron a La Condomina. La Real jugó un buen partido y ganó por 1 a 2. Con la victoria en el bolsillo, comenzaron el viaje de regreso a casa. “Era domingo por la tarde y Txikia entraba a trabajar el lunes por la tarde. Hizo el viaje de vuelta dormido. El taxista también se dormía y paró a echar una cabezadita. Después, volvimos muy bien. Para cuando volvimos, todo el pueblo sabía dónde habíamos andado: el taxista no paraba de llamar a casa para decirles que estaba bien, el hijo del dueño de la empresa Madaya nos había visto en El rincón de Pepe y se lo contó a mi hermano Jesús Mari... Al taxista le pagamos todos los gastos, claro: el viaje, el hotel, las comidas...”. 

Iñaki Kerejeta. Un grande. Se merece el homenaje de los seguidores de la Real... ¡y el de la asociación de taxistas!