El antiguo oficio de carbonero: un pilar fundamental de la economía
La laboriosa actividad carbonera, practicada desde tiempos inmemoriales, fue una tradición y un modo de vida que se mantuvo hasta los años 60 del siglo XX
Durante siglos llegó a tener una gran importancia para la economía, pero el arrollador avance del progreso y la aparición de las modernas fuentes de energía fueron arrinconando los recursos naturales hasta entonces utilizados y la labor del carbonero, que modeló nuestros paisajes, empezó a apagarse. Fue alrededor de los años 60 del siglo pasado cuando doblaron 'las campanas a muerto' por este oficio, que originó una nueva forma de entender la vida, tejiendo infinidad de historias.
El trabajo de carbonero está envuelto de un “halo de romanticismo”, como destaca el profesor de Historia de la UPV/EHU, Álvaro Aragón. Su imagen se relaciona automáticamente con la de Olentzero, ese bonachón y aclamado personaje que cada 24 de diciembre baja del monte para repartir magia e ilusión. Sin embargo, lejos de esta entrañable escena, el de carbonero fue un oficio “muy duro” que desempeñaron muchos baserritarras que encontraron en él “una fuente de ingresos complementaria”, recuerda Aragón.
La ocupación de carbonero, existente casi desde la aparición del ser humano, fue un pilar clave de la economía que tuvo en la industria siderúrgica su mercado natural
La elaboración artesanal del carbón vegetal fue una magnifica realidad en los bosques y montes de Euskal Herria. “Las carboneras se confeccionaba a finales de primavera y durante el verano, cuando hacía buen tiempo y los campesinos tenían más horas libres. En invierno, básicamente de noviembre a marzo, se cortaba la leña y se dejaba apilada”, cuenta el historiador oiartzuarra.
Aunque no se disponen de estadísticas, los cálculos apuntan que en torno a cada ferrería que existía en los pueblos “había relacionadas unas 1.200 personas, entre las que trabajaban en la propia instalación y las que le abastecían de leña, carbón, mineral…”, enumera Aragón. “Los carboneros eran gente inmersa en lo que podríamos llamar el politrabajo; trabajaban como baserritarras ocupándose de sus caseríos y lo compaginaban con labores de corte de leña y madera para fabricar el carbón e, incluso, transportarlo con sus mulas y burros a las ferrerías”, narra el profesor de Historia.
Cuencas del Urola y del Deba
En Gipuzkoa, como relata Aragón, la actividad carbonera estaba “bastante diversificada, porque la cantidad de ferrerías repartidas por toda la provincia fue notable. No obstante, en la zona más occidental, las cuencas del Urola y del Deba, hubo una especialización a partir del siglo XVII, sobre todo en la fabricación de lo que hoy llamaríamos máquina herramienta: tijeras, cuchillos, hachas, cerraduras…, que exportaban a toda la Península”, explica.
Tal y como afirma el historiador oiartzuarra Álvaro Aragón, en Gipuzkoa, la actividad carbonera estaba “bastante diversificada, porque la cantidad de ferrerías repartidas por toda la provincia fue notable"
La ocupación de carbonero, existente casi desde la aparición del ser humano, fue un pilar clave de la economía que tuvo en la industria siderúrgica su mercado natural. “Hasta los siglos XVIII y XIX en nuestro entorno la materia prima para extraer el carbón era el roble, el castaño y después el haya, de ahí la proliferación hoy día de hayas trasmochas en nuestros montes. En el XIX, con la aparición y generalización de Altos Hornos se empieza a emplear el coque o carbón mineral, aunque en el País Vasco, y también en Estados Unidos, hasta mediados del XX se sigue recurriendo al carbón vegetal para templar el acero, porque continúa siendo más barato y rentable gracias a la gran cantidad de bosques”, recalca Aragón.
El historiador oiartzuarra pone el acento, asimismo, en que la mayoría de especialistas en la materia se encontraban en Euskal Herria. “Desde el siglo XIV y XV muchos vascos emigraron a la Península y viajaron por toda Europa para trabajar en las ferrerías”, añade.
Vestigios de esta tradición
Hace más de seis décadas que se abandonó la actividad carbonera. “Según los testimonios que tenemos desaparece en los años 60. Quienes la practicaron comenzaron a producir en casa, en sus huertas, y a criar animales de corral; la vida, como nos comentan, les mejoró notablemente ya que el oficio era muy complicado”, reitera Aragón.
Los carboneros y el carboneo son referentes del pasado que se han convertido en valiosas piezas para la etnografía vasca. Los vestigios de las 'txondor-plazas' pueblan los montes, mientras que las nuevas generaciones solo tienen a su alcance el empeño de quienes se esfuerzan por mantener viva la tradición de una antigua profesión que perdió su rentabilidad económica. Las representaciones divulgativas de piras de leña que se encienden en algunos puntos de la geografía vasca permiten preservar la memoria y los secretos de un oficio extinguido, que es, sin duda, un auténtico testimonio de nuestra historia.