Las clientas más fieles de Beasain
Las hermanas Kontxi y Arantxa Agirre llevan más de 20 años yendo al mismo bar
En Beasain hay un bar que ha sido testigo de muchas historias cotidianas, pero pocas tan constantes como la de Kontxi y Arantxa Agirre Otegi. Y es que, desde hace más de dos décadas, estas dos hermanas han convertido el bar Arkupe en su segunda casa, visitándolo cada día, sin importar la estación ni el día de la semana.
Su fidelidad al Arkupe no es casualidad, aunque tampoco recuerdan exactamente cómo empezó todo. “Creo que fue cuando mi hija era pequeña y solíamos venir al parque que está junto al bar”, comenta Kontxi. Ese parque fue el comienzo de una costumbre que con el tiempo se transformó en un ritual. En verano, las hermanas se acomodan en la terraza, siempre en la misma mesa si está libre. En invierno, se refugian en su sitio habitual dentro del bar, donde ya son parte del paisaje para quienes frecuentan el lugar.
Un ritual con sabor a mosto
El ritual es simple, pero inquebrantable. Cada tarde, Kontxi y Arantxa llegan puntuales al bar junto a su amiga, la tercera integrante del grupo. Ellas siempre piden lo mismo: un mosto para cada una. Su amiga, por su parte, varía entre café y cerveza.
Durante un tiempo, los viernes tenían un toque especial, ya que solían acompañar su visita con algún pintxo; pero esa costumbre ya quedó atrás. Hoy en día, lo que realmente importa no está en la comida, sino en las conversaciones y la compañía.
En verano, se acomodan en la terraza, siempre en la misma mesa; en invierno, se refugian en su sitio habitual dentro del bar
“El bar para nosotras es la mejor terapia cuando tenemos un problema”, dicen las hermanas. Cuando alguna de ellas tiene una preocupación, el hecho de venir al bar y estar con las amigas se convierte en medicina para el alma. Entre risas, anécdotas y charlas, esas dos horas y media, desde las 18.00 horas hasta las 20.30 horas, se transforman en un momento donde las inquietudes se desvanecen.
Un refugio que siempre vuelve
A lo largo de los años, el bar Arkupe ha experimentado varios cambios, desde modificaciones en la decoración hasta cambios de dueños. Sin embargo, lo que siempre ha permanecido constante ha sido la presencia de Kontxi, Arantxa y su amiga, quienes han sido testigos de cómo el bar se desvanecía en ocasiones para volver a resurgir. Hace algunos años, el bar cerró sin una fecha prevista de reapertura, lo que las obligó a cambiar de sede. Aunque por motivos obvios no tuvieron más opción que adaptarse a otro lugar, nunca dejaron de esperar el regreso. Por suerte, el bar reabrió sus puertas y, como no podía ser de otra manera, ellas regresaron a su lugar de siempre. Y es que, para ellas, el Arkupe es mucho más que un bar, lo definen como su segunda hogar. Además, cada verano, cuando el bar cierra durante un mes, ellas deben volver a cambiar de sede temporalmente, pero tan pronto como vuelve a abrir, regresan a su lugar habitual, porque siempre saben que ese es su rincón especial.
La pandemia y su banco
La pandemia supuso un duro golpe para muchas rutinas, y la de las hermanas Agirre Otegi no fue la excepción. Durante el confinamiento estricto, cuando estaba prohibido salir de casa, tuvieron que renunciar a su ritual diario en el Arkupe. Sin embargo, su apego a esta tradición las llevó a buscar alternativas en cuanto las restricciones comenzaron a relajarse.
Kontxi y Arantxa siempre piden lo mismo: un mosto para cada una. Su amiga, por su parte, varía entre café y cerveza
Cuando ya se permitió salir a la calle por turnos y ratos, pero los bares aún permanecían cerrados, decidieron sentarse en un banco cercano al Arkupe, como un simbólico reemplazo de su mesa habitual. Aunque no podían disfrutar del ambiente del bar, se las ingeniaron para mantener su reunión diaria: compraban un café para llevar en los bares que ofrecían esa opción y pasaban allí la tarde, charlando como siempre. Durante esos meses, aquel banco se convirtió en una extensión del Arkupe.
Cuando por fin los bares volvieron a abrir, regresaron al Arkupe sin dudarlo, aunque esta vez la mascarilla era un accesorio imprescindible y la distancia marcaba las interacciones. Pero para ellas, ni las mascarillas ni las nuevas normas fueron un impedimento. Volvieron a su mesa habitual con la misma ilusión de siempre.
Kontxi y Arantxa aseguran que, mientras les sea posible, seguirán acudiendo al mismo bar, a la misma hora y disfrutando de lo de siempre; porque algunas tradiciones merecen durar toda la vida.